Justin Bieber: Never Say Never (2011)

“Justin Bieber: Never Say Never” no es, ni de lejos, una película que redefine el género documental musical, pero sí logra ser una experiencia sorprendentemente entretenida y, en su esencia, conmovedora. La película se centra en el ascenso meteórico del joven Justin Bieber, desde sus inicios como un chico normal de su pequeño pueblo en Ontario hasta convertirse en la figura dominante del panorama musical juvenil, con una capacidad de llenar el Madison Square Garden que era impensable unos años antes. La película se vale de material de archivo, entrevistas y grabaciones inéditas, ofreciendo un vistazo privilegiado al mundo frenético y a menudo caótico que rodea a un adolescente catapultado a la fama mundial de la noche a la mañana.

La dirección de Ben Pleon es generalmente competente, aunque carece de la audacia y la innovación que podrían haber elevado la película a un nivel superior. Se centra en capturar el proceso: la intensa práctica de Bieber, el apoyo incondicional de su familia y su equipo, las batallas personales con la presión mediática, el síndrome del impostor y las constantes críticas. El documental intenta, con cierto éxito, humanizar al joven artista, mostrándolo como un chico vulnerable y en constante aprendizaje. Sin embargo, en ocasiones, la película se adentra demasiado en la voyeurización del talento, ofreciendo una visión algo superficial de las complejidades internas de Bieber. La estrategia de ralentizar y amplificar los momentos de intensa práctica musical, aunque efectiva para crear tensión, puede resultar repetitiva.

El factor más convincente de “Never Say Never” reside en la actuación de Justin Bieber. Aunque el documental no pretende ser una biografía exhaustiva, sí nos permite ver una faceta del artista que pocas veces se muestra al público. Bieber se muestra honesto y abierto, hablando sobre sus luchas personales, sus errores y su deseo de redimirse. La película no rehúye las controversias que han rodeado su carrera, abordándolas con una cautela que, en última instancia, le otorga un aire de responsabilidad y madurez. Las entrevistas de su familia, especialmente su madre Pattie y su hermana Jocelyn, son cruciales para contextualizar su crecimiento y ofrecer una perspectiva emotiva que contrasta con la imagen pública a menudo conflictiva que se le ha atribuido.

En cuanto al guion, se siente un tanto apresurado, sacrificando profundidad por la rapidez. Las entrevistas son bien estructuradas, pero el ritmo general de la película es acelerado, lo que impide que el espectador realmente se sumerja en las complejidades del ascenso de Bieber. Se podría haber explorado más a fondo el impacto de su música en los jóvenes, el tipo de fanatismo que generó y las dinámicas de poder dentro de la industria musical. La ausencia de voz de otros actores o personajes relevantes, salvo que se limiten a declaraciones de prensa, limita el impacto narrativo de la película.

En definitiva, “Justin Bieber: Never Say Never” es un documentario musical entretenido que ofrece una ventana al mundo de un joven artista en un momento decisivo de su carrera. Aunque no es una obra maestra cinematográfica, ofrece una mirada honesta y a veces conmovedora al chico detrás de la leyenda. Es un testimonio del poder de la conexión con los fans y del impacto inesperado que puede tener un talento en la era digital.

Nota: 6/10