Kabluey (2007)

“Kabluey” es una película que, a primera vista, parece un gag absurdo, una propuesta tan peculiar que podría haber naufragado en la mediocridad. Sin embargo, detrás de la extravagante premisa –un hombre que se disfraza de mascota corporativa para aliviar las finanzas familiares– se esconde una historia conmovedora y sorprendentemente perspicaz sobre la familia, la responsabilidad y la búsqueda de la felicidad en tiempos difíciles. La película, dirigida con audacia por Julio Medem, no se toma a sí misma en serio y esto es, en gran medida, su mayor virtud.

La dirección de Medem es magistral en su manejo del humor y la exageración. La estética visual, reminiscente de las películas de los 70 con un toque de hiperrealismo, es particularmente atractiva. La fotografía de Guillermo García-Cánclaro es exuberante, utilizando colores vibrantes y encuadres que resaltan la locura de la situación. Sin embargo, la película no se limita a ser un mero ejercicio de humor visual; la dirección también explora las emociones complejas de Salman, interpretado con una ternura inesperada por Daniel Brühl. Brühl ofrece una actuación sutil pero potente, capturando la angustia de un hombre que se siente impotente pero que se niega a renunciar a su familia. El actor transmite con creencia la mezcla de vergüenza, resignación y, en el fondo, un amor incondicional por sus sobrinos.

El guion, escrito por Medem y Roberto Garzo, es sorprendentemente inteligente. A pesar de la premisa rocambolesca, la película evoca temas universales: la responsabilidad familiar, la crisis económica, la pérdida y la necesidad de encontrar un propósito. La historia no se centra únicamente en la ironía de la situación de Salman, sino que se adentra en la dinámica familiar, mostrando las tensiones, los secretos y los miedos que subyacen a las relaciones familiares. Los personajes secundarios, particularmente la abuela, interpretada por una conmovedora Ana Alguero, añaden profundidad y riqueza a la narrativa. La película, en su tratamiento del drama familiar, ofrece momentos de hilaridad genuina, pero también escenas de gran sensibilidad que te tocan el corazón.

A pesar de su humor, “Kabluey” no carece de ser un filme que invita a la reflexión. Se burla de la cultura corporativa y de la búsqueda de la riqueza a cualquier precio, pero al mismo tiempo, nos recuerda la importancia de mantener los lazos familiares y de encontrar la belleza en lo cotidiano. Es una película que te deja con una sonrisa en la cara y, a la vez, con una sensación de melancolía por las oportunidades perdidas y por la fragilidad de la vida. No es una película perfecta, quizás un poco prolongada en algunos momentos, pero su originalidad y su corazón la convierten en una experiencia cinematográfica muy recomendable. Es una película que, en definitiva, nos recuerda que a veces, las soluciones más absurdas pueden ser las más honestas.

Nota: 7.5/10