Kickboxer (1989)

“Kickboxer” (1989) no es solo una película de artes marciales, es un clímax de una época dorada para el género, un manifiesto sobre el honor, el sacrificio y la búsqueda de la redención. A pesar de su presupuesto modesto y algunos trucos de cámara evidentes, la película logra generar una atmósfera de tensión constante y un fervor que, sorprendentemente, aún resuena hoy en día. La historia, aunque simple en su núcleo, es un vehículo para explorar la moralidad en un mundo brutal donde la violencia es tanto una herramienta como una condena.

Dirección de Georges Stella es funcional, pero efectiva. Stella no se anda con rodeos, sumergiéndose directamente en el mundo despiadado del Kickboxing. El ritmo es implacable, marcado por la música de Tangerine Dream, una banda sonora que se ha convertido en sinónimo de la película. La filmación, con sus planos dinámicos y su iluminación contrastada, transmite la crudeza y el peligro inherente a las peleas. La película se beneficia enormemente de su metraje en blanco y negro, que le otorga una estética inmediatamente reconocible y crea una sensación de dramatismo que la paleta de colores modernos no podría igualar. Aunque la edición a veces se siente un poco apresurada, contribuye a la intensidad general de la trama.

Jean-Claude Van Damme, en su debut cinematográfico, ofrece una actuación que es, a la vez, intimidante y conmovedora. Su físico, incluso para los estándares de hoy, es impresionante, y su habilidad para coreografiar las peleas es casi asombrosa. Van Damme no solo se limita a mostrar su fuerza física; también explora la vulnerabilidad y el dolor de Tong Po, logrando que el espectador se conecte emocionalmente con su personaje. Su transformación, desde el brutal campeón hasta el hombre atormentado, es el corazón de la película. La interpretación de Jean Gabriel como el místico entrenador, también es digna de mención, aportando un toque de misticismo y sabiduría al relato.

El guion, escrito por Stephen Postal y Paul Luisi, es, en esencia, una cliché de historia de venganza. Sin embargo, la película lo maneja con una economía de medios que le permite ser atractiva. La trama se centra en la lealtad fraternal, el honor y la lucha por superar los propios límites. La película no se detiene en profundizar en las motivaciones de los personajes secundarios, ni en ofrecer múltiples capas de complejidad. Pero esa es precisamente su fortaleza: la historia es directa, clara y efectiva. La confrontación final, llena de tensión y coreografías impresionantes, culmina en un clímax satisfactorio, aunque previsble. Hay algunos diálogos un poco forzados, pero en general, el guion cumple su función de impulsar la acción y mantener al espectador enganchado.

En definitiva, “Kickboxer” es un clásico del cine de artes marciales que, más allá de sus aspiraciones de acción, explora temas universales como la familia, la redención y el precio del honor. Es una película que, a pesar de sus defectos técnicos, tiene un encanto particular que la ha convertido en un referente del género y en un hito cinematográfico.

Nota: 7.5/10