Killer of Sheep (1978)

‘Killer of Sheep’ de Robert Altman es mucho más que una película; es una experiencia visceral, una meditación silenciosa sobre la explotación, la desesperación y la alienación. Filmada en 1979, esta obra maestra del cine independiente, capturada durante largos fines de semana a lo largo de varios años, no se asemeja a la narrativa convencional. Altman, conocido por su estilo ecléctico, se entrega aquí a un retrato crudo y realista de la vida cotidiana de un inmigrante negro en Los Ángeles, centrándose en la figura de Stan, un obrero de un matadero cuya existencia se consume en un ciclo de trabajo agotador y un anhelo perpetuo de una vida mejor.

Lo que inmediatamente distingue a ‘Killer of Sheep’ es su estética. La película no busca una belleza idealizada. La cámara, a menudo plana y alejada, observa con una frialdad documental a Stan y a su entorno. La iluminación, generalmente baja y tenue, enfatiza la oscuridad y la miseria, tanto física como social. Altman evita los grandilocuentes planos generales que a menudo se asocian con el cine social, optando por tomar el tiempo para detallar los rostros cansados, las manos callosas y el entorno brutal del matadero. Esta elección visual es fundamental para transmitir la sensación de opresión y aislamiento que impregna la película. La película no pretende ser un argumento elaborado, sino que se dedica a mostrar la vida de Stan, casi sin diálogo, dejando que la acción y el entorno hablen por sí mismos.

La actuación de Vincent Price, como Stan, es reveladora. Si bien es conocido por sus papeles de terror, Price ofrece aquí una interpretación excepcionalmente sutil y matizada. Su Stan es un hombre consumido por la rutina, la falta de oportunidades y una profunda sensación de impotencia. No hay heroísmo ni rebeldía en él; simplemente existe, luchando por sobrevivir. Su mirada transmite una tristeza profunda y una resignación sombría. El resto del reparto, mayormente actores locales, también ofrece interpretaciones sólidas, contribuyendo a la autenticidad del ambiente y la sensación de que estamos presenciando fragmentos reales de la vida.

El guion de Altman es quizás su logro más notable. Se aleja de la estructura narrativa tradicional, optando por una secuencia de escenas aparentemente inconexas que se entrelazan para crear una imagen general de la experiencia de Stan. La película no proporciona respuestas fáciles ni conclusiones definitivas. En su lugar, nos invita a reflexionar sobre la condición humana, la desigualdad social y el impacto de la industria en la vida de las personas. La ausencia de diálogo refuerza este mensaje, obligándonos a interpretar las acciones de los personajes y a extraer nuestras propias conclusiones.

‘Killer of Sheep’ no es una película para todos. Requiere paciencia, atención y una disposición a aceptar la ambigüedad. Sin embargo, para aquellos que estén dispuestos a sumergirse en su atmósfera opresiva y a reflexionar sobre sus temas profundos, ofrece una experiencia cinematográfica única e inolvidable. Es una película que se queda contigo mucho después de que los créditos finales han rodado.

Nota: 8/10