Kinds of Kindness (2024)

“Kinds of Kindness” de Yorgos Lanthimos es una experiencia cinematográfica que, más que entretener, exige un esfuerzo activo del espectador. Lanthimos, conocido por su estética desorientadora y sus narrativas incómodas, no solo no busca la satisfacción fácil, sino que se sumerge en la disonancia y la ambigüedad, ofreciendo una película que permanece en la mente mucho después de los créditos finales. No es una película que te guste, sino una que te haga reflexionar sobre la naturaleza de la empatía, la búsqueda de significado y la manipulación emocional.

La estructura en forma de tríptico, aunque inicialmente puede parecer desconcertante, resulta ser una herramienta poderosa para la exploración de la fragilidad humana. Cada una de las historias se mueve a través de un tono y una paleta de colores distintos, reflejando el estado emocional de sus protagonistas. La historia del hombre atrapado en su propio apartamento, interpretada magistralmente por Willem Dafoe, es una lente sobre la frustración y la pérdida de control, donde la sensación de claustrofobia visual y sonora se transmite con una precisión asombrosa. Dafoe ofrece una actuación inquietante y sutil, dotando a su personaje de una vulnerabilidad subyacente que es a la vez aterradora y conmovedora.

La trama del policía, interpretado por Emma Stone, es quizás la más perturbadora de todas. Su relación con su esposa regresada del mar es un espejo distorsionado de la desesperación y la paranoia. Stone, como es habitual, ofrece una interpretación compleja y matizada, sin caer en clichés. Lo que realmente destaca es la dirección de Lanthimos: la forma en que crea una atmósfera de constante desconfianza y la evidente manipulación de la realidad por parte de personajes que parecen estar operando bajo una lógica propia. Los giros argumentales son deliberados y, a menudo, frustrantes, lo que obliga al espectador a cuestionar la veracidad de cada escena.

Y la historia de la mujer en busca del "hombre especial" (Pedro Pascal) es, en mi opinión, el punto culminante de la película. Es la más surrealista y llena de simbolismo, planteando preguntas sobre el liderazgo, la fe y la auto-percepción. Las actuaciones de Pascal y Margaret Qualley son excepcionales, llenas de un extraño magnetismo. La coreografía de la escena final, aunque extraña y posiblemente desagradable para algunos, es una representación visual de la disolución de la identidad y la búsqueda incesante de un propósito.

La dirección de Lanthimos es, como siempre, impecable. Domina la composición, el uso de la cámara y la iluminación para crear una atmósfera opresiva y perturbadora. El diseño de producción, con sus interiores perfectamente construidos pero inquietantemente vacíos, contribuye significativamente a la sensación de desorientación. Si bien la película puede ser frustrante en ocasiones, y no pretende ofrecer respuestas fáciles, es un ejemplo brillante de su visión artística. Lanthimos no se conforma con replicar el mundo que nos rodea; lo deforma, lo subverte y lo presenta al espectador como una oportunidad para la reflexión.

Nota: 8/10