“Kramer contra Kramer” (1979), dirigida por Robert Benton, no es simplemente una película sobre divorcio y custodia de un niño; es un retrato visceral y sin concesiones de la desesperación, la ambición y el conflicto inherente a la maternidad y la paternidad en un mundo que, en esa época, aún no entendía la complejidad de la crianza. La película, con su atmósfera densa y sus silencios cargados, se adentra en la psique de Ted Kramer, interpretado magistralmente por Dustin Hoffman, un hombre de éxito en su profesión pero profundamente vulnerable tras la ruptura con su esposa, Cristina (Meryl Streep). Hoffman logra captar la frustración, la rabia y la incertidumbre de un hombre que, de repente, se ve abrumado por un rol que nunca ha asumido y que se siente incapaz de dominar.
La fuerza de la película reside en su guion, que no cae en melodramas fáciles. El conflicto no se presenta como una batalla campal entre dos padres, sino como una lucha interna en el corazón de Ted. La ambigüedad moral es una constante. Benton no ofrece soluciones simplistas ni héroes y villanos. Kramer, a pesar de sus ambiciones profesionales, se ve atrapado en la responsabilidad de un niño que necesita desesperadamente el amor y la presencia de su madre. La película explora con honestidad la dificultad de equilibrar el éxito personal con la necesidad de un niño, y cómo una prioridad puede eclipsar a la otra. La relación entre Kramer y su hijo, Billy, es compleja, marcada por momentos de afecto genuino y frustración, la incomodidad de una situación forzada. La actuación de Hoffman, caracterizada por su sutil expresividad, transmite a la perfección esta tensión emocional.
Meryl Streep, en el papel de Cristina, ofrece una interpretación igualmente brillante. Su personaje no es una madre idealizada, sino una mujer luchadora que busca recuperar a su hijo. Su determinación, aunque comprensible, no está exenta de crueldad. La película retrata la complejidad de su proceso de duelo y la necesidad de recuperar su hijo, y no se le juzga por ello. El subtexto de la película, que explora la pérdida, el fracaso y el duelo, añade una capa de profundidad al conflicto central. La dirección de Benton, cuidada y precisa, utiliza el espacio y el silencio para intensificar las emociones y crear una atmósfera de tensión constante. La fotografía de Allen Hippel contribuye a este ambiente, con escenas iluminadas de forma natural y un uso sutil de los colores que refuerza la sensación de desolación.
Aunque la película puede resultar agridulce y, en algunos momentos, particularmente dura, su fuerza reside en su honestidad. No ofrece respuestas fáciles, sino que presenta un retrato crudo y realista de las consecuencias del divorcio y la lucha por la custodia de un niño. "Kramer contra Kramer" es una obra maestra que continúa generando debate y reflexión sobre las complejidades de la familia y la paternidad. Una película que permanece en la memoria con una fuerza innegable.
Nota: 8/10