Kubi (2023)

“Kubi”, la ópera bélica japonesa de Noboru Taniguchi, es una experiencia cinematográfica visceral, cruda y profundamente perturbadora que se aferra a la memoria mucho después de que los créditos finales hayan pasado. Esta película, situada en el Japón del siglo XVI, no se trata de una glorificación del poder o la conquista, sino de una exploración brutal de la guerra, la traición y la decadencia moral que carcome incluso a los más grandiosos imperios. Taniguchi, conocido por su dirección en ‘Tetsujin: The Iron Man’, vuelve a demostrar su dominio del lenguaje visual, pero esta vez en un terreno mucho más sombrío y opresivo.

La dirección de Taniguchi es, sin duda, el punto fuerte de la película. Utiliza tomas largas y contemplativas que permiten que el espectador absorba la atmósfera de desesperación y la brutalidad de la guerra. El movimiento de cámara es deliberado y a menudo claustrofóbico, reflejando la sensación de asfixia y opresión que siente el protagonista, Lord Oda Nobunaga. Las escenas de batalla son especialmente impactantes, evitando la espectacularización habitual del género y optando por un realismo implacable. El director logra transmitir el caos y la muerte de una manera que es verdaderamente aterradora, presentando la violencia no como entretenimiento, sino como una consecuencia inevitable de la ambición y la rivalidad. La banda sonora, en consonancia con la dirección, es minimalista y efectiva, reforzando la sensación de angustia.

Las actuaciones son sólidas y convincentes. Ryohei Suzuki como Lord Oda Nobunaga ofrece una interpretación cautivadora, transmitiendo tanto su ambición desmedida como su creciente paranoia a medida que la situación se desmorona. Su rostro, en un estado perpetuo de concentración y duda, es el eje central de la película. El resto del elenco, incluyendo a Yusuke Nomura como Araki Murashige, interpretan sus roles con una intensidad que contribuye a la atmósfera de credibilidad de la película. No se trata de personajes heroicos o simpáticos; son individuos consumidos por la ambición y la desesperación, lo que hace que sus actos y decisiones sean aún más inquietantes.

El guion, aunque no es la parte más brillante de la película, se centra en la gradual desintegración de Nobunaga y su corte. La narrativa se construye lentamente, permitiendo que el espectador comprenda la complejidad de la situación política y las motivaciones de los personajes. Sin embargo, a veces el ritmo se vuelve excesivamente pausado, y algunas secuencias podrían haberse condensado sin perder su impacto emocional. La película se centra en el detalle, en las pequeñas acciones y conversaciones que revelan la creciente desesperación de los personajes, lo que puede resultar algo pesado para algunos espectadores. La película sugiere, más que explica, lo que ocurre, dejando que el espectador sople el polvo de la violencia y la traición. Es una obra que invita a la reflexión sobre la naturaleza del poder, la moralidad y la fragilidad de la condición humana.

En definitiva, “Kubi” es una obra maestra del cine japonés moderno, un drama histórico visceral y perturbador que desafía las convenciones del género y ofrece una perspectiva única sobre un período oscuro de la historia japonesa. Su atmosfera opresiva, sus actuaciones convincentes y su dirección magistral la convierten en una experiencia cinematográfica inolvidable, aunque no para todos los públicos.

Nota: 8/10