Kumiko, la cazadora de tesoros (2014)

“Kumiko, la cazadora de tesoros” es una experiencia cinematográfica profundamente singular, un experimento visual y emocional que, pese a su aparente simplicidad narrativa, obliga al espectador a reflexionar sobre la obsesión, el deseo y la naturaleza de la búsqueda. Ryusuke Hamaguchi, director de “Drive My Car”, nos presenta una historia que se desarrolla a un ritmo pausado y deliberado, priorizando la atmósfera y el estado de ánimo sobre la acción directa. La película no ofrece respuestas fáciles; en cambio, se sumerge en la mente de Kumiko (Rina Kumori), una mujer aparentemente normal que, tras presenciar la escena del bolso en ‘Fargo’, decide que ese objeto representa la oportunidad de escapar de una vida anodina en Tokio y construir una nueva, basada en la esperanza de una fortuna escondida.

La dirección de Hamaguchi es exquisita. No se apresura a revelar la verdad sobre el bolso ni a justificar la obsesión de Kumiko. En lugar de ello, nos sumerge en el proceso de la búsqueda. Las largas tomas, la iluminación natural, las repeticiones de las mismas escenas (el supermercado, el motel, la carretera) crean un efecto hipnótico que nos hace sentir la monotonía y la persistencia de Kumiko. El uso del color es fundamental: la paleta fría y apagada de Minnesota contrasta con el vibrante Tokio, enfatizando el desarraigo de la protagonista. El director no busca la espectacularidad, sino una intimidad cruda y sin filtros. La película, en esencia, es un estudio de la soledad y la desesperación, pero también de la tenacidad del espíritu humano.

Rina Kumori ofrece una actuación magistral. Su interpretación es sutil, casi minimalista, pero repleta de matices. Captura con precisión la determinación, la vulnerabilidad y la creciente locura de Kumiko. No se trata de una actuación heroica, sino de una representación realista de una mujer que pierde el control de su vida por un espejismo. La relación entre Kumiko y la dueña del motel, Miki (Satomi Morita), es el corazón de la película. La dinámica entre ambas, llena de silencios incómodos y pequeñas interacciones, es increíblemente conmovedora. Morita ofrece una interpretación igualmente brillante, transmitiendo tanto la paciencia como la empatía hacia Kumiko, creando un vínculo genuino que se extiende más allá de la simple relación de cliente-empleada.

El guion, adaptado de una historia corta de Haruki Murakami, es elegante y preciso. Hamaguchi evita los clichés del thriller y se centra en la psicología de los personajes. Las conversaciones, a menudo repetitivas y carentes de gran profundidad, revelan la complejidad de las relaciones humanas. La película se convierte en una reflexión sobre la búsqueda de significado, la búsqueda de la felicidad y la dificultad de escapar de las circunstancias. Es un relato sobre el precio de la esperanza y la amargura de la decepción. Aunque el ritmo lento podría no ser del gusto de todos, es un ritmo que sirve a la narrativa y la filosofía de la película. La película no busca resolver el misterio del bolso, sino que lo utiliza como un catalizador para explorar las profundidades del alma humana.

Nota: 8/10