La bahía de las esmeraldas (1964)

“La Bahía de las Esmeraldas” (1987) es mucho más que una simple película familiar. Si bien la estética de Disney, con su encanto visual y la promesa de una aventura campestre, atrae al público más joven y a aquellos que anhelan un escape a un mundo de fantasía, la película, en su núcleo, es una intrigante y sorprendentemente tensa historia de intriga criminal. Producida por Disney, un hecho que a menudo eclipsa la calidad de sus producciones, esta película merece ser apreciada por su elegancia cinematográfica y su capacidad para mantener al espectador en vilo.

La dirección de Norman Jewison, conocido por su sensibilidad social y su habilidad para mezclar drama y humor, se manifiesta en un equilibrio cuidadoso. Jewison no simplifica la historia ni la reduce a un cliché de aventura. Lleva consigo una meticulosa atención al detalle, desde la imponente belleza natural de la isla de Creta, que sirve como telón de fondo perfecto para la trama, hasta la atmósfera opresiva que se construye gradualmente a medida que la acción avanza. Utiliza el paisaje cretense no solo como un escenario, sino como un personaje en sí mismo, reflejando la tensión y el peligro que acechan a los protagonistas. La película mantiene un ritmo constante que combina momentos de acción trepidante con escenas de suspense y diálogo ágil, evitando caer en la monotonía.

Las actuaciones son sólidas y convincentes. Hayley Mills, en el papel de Shelly, la joven estadounidense que se ve envuelta en el peligro, ofrece una interpretación natural y segura. Su inocencia y determinación son palpables, y su viaje de aprendizaje y crecimiento son elementos centrales de la historia. El veterano Michael Caine, en el papel del misterioso y carismático contrabandista Jacques Le Cocq, es excepcional. Caine aporta una profundidad y un matiz al personaje, alejándolo de la caricatura del villano y dotándolo de un aire de vulnerabilidad y complejidad. También destaca la actuación de Peter Ustinov, quien interpreta al implacable agente del FBI, Jack Beaumont, con una mezcla perfecta de arrogancia, astucia y un toque de humor negro. Las interacciones entre estos tres actores son el corazón de la película, y sus diálogos, a menudo sutiles y llenos de matices, contribuyen significativamente al desarrollo de la trama.

El guion, adaptado de la novela de Ursula K. Le Guin, es una joya. No solo presenta un thriller con elementos de intriga, sino que también explora temas más profundos como la justicia, la moralidad, el poder de la corrupción y el impacto de la violencia. La trama es inteligente y llena de giros inesperados, manteniendo al espectador cuestionándose quién es realmente el “bueno” y el “malo”. La película no rehúye de la violencia, pero la presenta de una manera realista y reflexiva, evitando caer en la glorificación de la lucha armada. La novela, y por extensión, la película, plantean preguntas sobre el precio de la riqueza y la importancia de la integridad, elementos que perduran mucho más allá de la resolución del conflicto principal.

En definitiva, “La Bahía de las Esmeraldas” es una película que trasciende su etiqueta de “producción Disney” para convertirse en un thriller de intriga inteligente y entretenido. Una joya cinematográfica que, a pesar de sus años, sigue teniendo la capacidad de sorprender y cautivar al espectador. Una película que, además, ofrece una valiosa reflexión sobre la naturaleza humana.

Nota: 7/10