La balada de los cuervos (2022)

“La balada de los cuervos” es una película que se instala en la piel, en un lugar y en un estado de ánimo. No es un thriller trepidante, ni un drama social convencional, sino una exploración inquietante de la moralidad difusa en un espacio colgado de niebla y silencios. Dirigida con una maestría visual considerable por Benjamín Caceres, la película se centra en la fragilidad del alma humana cuando se la confronta con la oscuridad, y en cómo las decisiones individuales pueden reverberar con consecuencias devastadoras. El paisaje dominicano-haitiano se convierte en un personaje más, un testigo silencioso de los horrores que se desencadenan.

La historia, narrada a través de los ojos del joven sacerdote, interpretado con una sutileza admirable por Fidia Peralta, se construye lentamente, dejando que la tensión crezca de forma orgánica. Peralta ofrece una actuación matizada que refleja la lucha interna de un hombre que se enfrenta a dilemas éticos complejos, atrapado entre la fe y la razón. Su personaje no es un héroe idealizado, sino un hombre con sus propias dudas y vulnerabilidades, lo que le otorga una gran carga emocional a la narrativa. Laura Guzmán, en el papel de la prostituta, también ofrece una actuación contundente, transmitiendo la fuerza y la desesperación de una mujer que ha sido víctima de un sistema brutal. La química entre Peralta y Guzmán es palpable, alimentando el drama y la incertidumbre de la trama.

Lo más sobresaliente de la película radica en la ambigüedad moral que Caceres construye. No hay personajes inherentemente buenos o malos; todos están marcados por la supervivencia, el trauma y la tentación. La dirección artística, cuidada en cada detalle, desde el vestuario hasta los escenarios, contribuye a crear una atmósfera opresiva y realista. La fotografía, con una paleta de colores apagados y un uso expresivo de la luz y la sombra, intensifica la sensación de desolación y peligro. El guion, escrito por Caceres y Roberto Rock, es inteligente y complejo, abordando temas como la corrupción, la pobreza, la violencia de género y la complicidad, sin caer en simplificaciones ni moralizantes excesivos. Se permite explorar las motivaciones de los personajes, incluso de aquellos que cometen actos terribles, lo que obliga al espectador a confrontar su propia posición moral. La banda sonora, integrada sutilmente en la narrativa, acentúa la atmósfera de angustia.

A pesar de un ritmo pausado que puede resultar lento para algunos espectadores, “La balada de los cuervos” es una película que se queda con el espectador mucho después de que termina la proyección. Es una obra que exige reflexión y que presenta una visión sombría y realista de un mundo donde la esperanza es un bien escaso. No es una película fácil de ver, pero es, sin duda, una experiencia cinematográfica memorable y profundamente perturbadora.

Nota: 8/10