La batalla de Argel (1966)

“La Batalla de Argel” es, sin duda, una película que se ancla firmemente en la memoria y que, a pesar de su lentitud, logra un poder narrativo y emocional considerable. Richard Attenborough, en su ambiciosa dirección, se enfrenta a un reto monumental: recrear un periodo histórico crucial y complejo como la guerra de Argelia desde la perspectiva de un protagonista poco convencional, y lo logra con un admirable rigor, aunque no sin cierta cautela estilística.

El film se centra en el coronel Mathieu, interpretado magistralmente por Yves Michaud, un oficial francés que se ve aislado y desorientado al ser encarcelado en un refugio. No es un héroe en el sentido tradicional, sino un hombre atormentado por su pasado, un militar sin red y la moralidad cuestionable de sus acciones. La película, a través de flashbacks, nos revela el camino que lo llevó a convertirse en el hombre que es, un camino pavimentado con errores, desilusiones y una creciente convicción en la necesidad de una solución radical al conflicto. La actuación de Michaud es excepcionalmente sutil; su mirada transmite una profunda melancolía y una inquietante vulnerabilidad que te acompañan a lo largo de la película. Sin embargo, la película, en su insistencia en el interior del personaje, a veces sacrifica el ritmo y la fluidez narrativa.

El guion, adaptado de la autobiografía de Mohamed Bouazizi, es el núcleo de la película. Aunque la dirección de arte y la fotografía, liderada por Sven Nykvist, son impecables y evocan la atmósfera opresiva de Argelia en los años 50, el verdadero peso del relato reside en la construcción del personaje de Ali, interpretado por Ahmed Belkacem. Belkacem ofrece una interpretación increíblemente natural y auténtica, transmitiendo la evolución de un joven delincuente a un líder guerrillero con una convicción inquebrantable. La película se adentra en la mente de Ali, explorando sus motivaciones, sus dudas y su transformación, lo que permite al espectador comprender la complejidad del conflicto desde una perspectiva humana, más allá de las ideologías y la propaganda.

La película no rehúye la violencia y la brutalidad de la guerra de Argelia, aunque su tratamiento es deliberadamente sutil, evitando la glorificación del conflicto. El uso de la cámara a menudo se centra en la deshumanización de las circunstancias, en la desolación del paisaje y en la mirada perdida de los personajes. La película se enfoca más en el proceso de elección individual, en la responsabilidad moral y en las consecuencias devastadoras de la guerra, tanto para los combatientes como para la población civil. La secuencia final, con la captura de Ali, es particularmente impactante por su ambigüedad moral; no hay un héroe ni un villano, solo dos hombres atrapados en una situación imposible.

La Batalla de Argel es una película exigente, que requiere la atención y el compromiso del espectador. Su lentitud puede ser percibida como un defecto, pero es precisamente esa lentitud la que permite al espectador sumergirse en la complejidad del conflicto y en la humanidad de sus protagonistas. Es una película esencial para comprender la historia de Argelia y las profundas raíces de la tragedia.

Nota: 8/10