“La Batalla de las Ardenas” (1961), dirigida por King Vidor, es una película que, a pesar de su paso por el tiempo, se mantiene como un testimonio poderoso y visceral de la brutalidad de la guerra y la tenacidad del espíritu humano. Vidor, conocido por su meticulosidad y por abordar temas históricos con respeto y detalle, logra recrear el infierno invernal de las Ardenas, no solo visualmente, sino también emocionalmente, ofreciendo una experiencia cinematográfica que impacta profundamente al espectador.
La película, basada en el libro de Cornelius Ryan, se centra en la resistencia de una pequeña compañía de soldados estadounidenses al mando del sargento Walton Gibson (Glenn Ford), contra una fuerza alemana superior en un entorno hostil y casi implacable. Vidor despliega un ritmo deliberado, deliberadamente lento en muchos momentos, que busca reflejar la lentitud de la lucha, la fatiga de los hombres y la desesperación del clima. Esta lentitud, lejos de ser un defecto, es una de las grandes fortalezas del filme: permite al espectador sumergirse en el horror y la incertidumbre de la situación. No se trata de una batalla épica con batallas grandiosas y explosiones espectaculares, sino de una guerra de desgaste, un conflicto sordo y silencioso, donde cada instante es un desafío.
La dirección de Vidor es impecable. La cinematografía de Jack Cardiff, con sus tonalidades grises y opacas, captura magistralmente la atmósfera helada y sombría de las Ardenas. Las escenas de nieve son especialmente impresionantes, creando una sensación de claustrofobia y aislamiento que amplifica el dramatismo de la historia. Sin embargo, lo que realmente destaca es la capacidad de Vidor para transmitir el peso emocional del conflicto, sin recurrir a clichés baratos. Observamos la desesperación en los rostros de los soldados, el cansancio en sus movimientos, el miedo en sus ojos. Es una representación realista y brutal de la experiencia de la guerra.
Las actuaciones son sobresalientes. Glenn Ford, en un papel que parece haber sido escrito específicamente para él, ofrece una interpretación firme y conmovedora del sargento Gibson. Su personaje no es un héroe invencible, sino un hombre común, luchando por la supervivencia y el bienestar de sus hombres. El resto del reparto también brilla, con especialmente destacable la actuación de Robert Shaw como el capitán, un hombre que lucha con su propia moralidad y la presión de las circunstancias. No obstante, es importante destacar que el guion, aunque sólido en su presentación de los eventos históricos, a veces cae en un tratamiento un tanto simplista de los personajes, especialmente de los alemanes, que son representados de forma caricaturesca, como soldados implacables y sin humanidad. Aunque comprensible en el contexto del periodo, esta simplificación resta profundidad a la narrativa.
En definitiva, “La Batalla de las Ardenas” es una película valiosa, no solo por su valor histórico, sino por su capacidad para conmover y reflexionar sobre la naturaleza de la guerra. Es una película que te hace sentir lo que sintieron los hombres que lucharon en esas heladas montañas.
Nota: 7.5/10