La boda de mi ex (2018)

“La Boda de mi Ex” (2019), de Paul Feig, no es un himno al amor romántico, sino un observatorio amargo y profundamente humano sobre la soledad y la incomunicación en el contexto de una fiesta social. La película, lejos de intentar convencernos de que el amor florecerá entre sus protagonistas, nos ofrece una mirada sardónica y, a su vez, sorprendentemente conmovedora sobre la dificultad de conectar con los demás. La historia, aparentemente sencilla, se centra en la incómoda convivencia de Lindsay (Ana de Armas) y Frank (Gal Gadot) durante la celebración de la boda de un antiguo novio de ambos. Ambos personajes son, en esencia, desagradables: Lindsay es una mujer que se refugia en la frialdad y la ironía para esconder sus vulnerabilidades, mientras que Frank, un ex-militar, lucha con el trauma y la incapacidad de expresar sus sentimientos. La dirección de Feig es precisa, optando por un estilo observacional que nos permite, sin juicios, presenciar la incomodidad y la creciente tensión entre los personajes. El ritmo es pausado, permitiendo que la atmósfera cargada de desasosiego se filtre lentamente, creando un efecto casi claustrofóbico en la audiencia.

Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte de la película. Ana de Armas, en un papel que le sienta especialmente bien, entrega una interpretación magistral de Lindsay, capturando con perfección su aura de hielo que, en el fondo, es una armadura para protegerse del dolor. Su mirada, por sí sola, comunica una profunda soledad. Gal Gadot, por otro lado, ofrece una interpretación igualmente brillante como Frank. Abandona la imagen de heroína de acción y se sumerge en el papel de una mujer atormentada, con una fuerza silenciosa y una vulnerabilidad que es increíblemente efectiva. La química entre ambas actrices es palpable y, lo que es más importante, auténtica. No se trata de un romance, sino de una comprensión mutua basada en la experiencia compartida del desengaño y la incapacidad de conectarse. La película consigue, de una forma sutil pero contundente, que empaticemos con estos personajes imperfectos, reconociendo que, a veces, lo más doloroso no es el rechazo amoroso, sino la sensación de aislamiento.

El guion, a pesar de su aparente sencillez, es sorprendentemente inteligente. Evita los clichés del género romántico y se centra en la exploración de temas más profundos como el duelo, la soledad y la búsqueda de identidad. La comedia, que es un componente esencial de la película, no se basa en chistes fáciles, sino en situaciones incómodas y diálogos sarcásticos que sirven para subrayar la desesperación de los personajes. La película, en su esencia, es una reflexión sobre la condición humana y la dificultad de encontrar la felicidad en un mundo que a menudo nos impide conectar. No es una película que te hará reír a carcajadas, pero te hará reflexionar y, quizás, te hará sonreír por la ironía de su planteamiento. “La Boda de mi Ex” es, sin duda, una joya inesperada, un retrato certero y, a la vez, muy conmovedor de la soledad moderna.

Nota: 8/10