La Bruja (2015)

“La Bruja” (The Witch, 2015) de Robert Eggers no es una película para espectadores que busquen sustos fáciles y efectos especiales. Es, en su lugar, una exploración profundamente inquietante y atmosférica de la fe, la paranoia y la familia en el contexto de la colonización de Nueva Inglaterra. Eggers, conocido por su meticulosa investigación de la historia y la cultura, se adentra en un periodo histórico específico y lo utiliza como trampolín para crear una experiencia cinematográfica visceral y, en última instancia, terriblemente humana.

La dirección de Eggers es magistral. El uso de la cinematografía en blanco y negro, junto con la composición de los planos y el enfoque en los espacios naturales, evoca una sensación de asfixia y desasosiego. No hay una “cámara rápida” que genere terror, sino una paleta visual que contribuye a la creciente sensación de malestar. La película se basa en lo que *no* se ve, en los sonidos del bosque, en los movimientos de los personajes, y en las miradas que sugieren una inminente amenaza. La banda sonora, minimalista y melancólica, refuerza este efecto, creando una atmósfera opresiva que se instala bajo la piel del espectador.

Las actuaciones son excepcionales, especialmente la de Anya Taylor-Joy como Thomasin, una joven que lucha por mantener su identidad en un entorno cada vez más hostil. Su evolución a lo largo de la película es lenta y dolorosa, marcada por la desesperación y la creciente desconfianza. Willem Dafoe, como Caleb, el marido de la familia, ofrece una interpretación compleja y perturbadora, jugando con la dualidad de la fe y la locura. La química entre Taylor-Joy y Dafoe es palpable, transmitiendo la fragilidad de su unión frente a la creciente oscuridad.

El guion, adaptado de un relato real sobre una familia que desapareció en el siglo XVII, no es una narración lineal. La película se construye a través de flashbacks, diarios y una atmósfera densa de sospecha. La inteligencia de Eggers radica en cómo explora la fractura de la fe en la familia, la presión social de la comunidad y el impacto devastador del miedo en las relaciones humanas. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que presenta un retrato crudo y realista de una familia que, presa del pánico, se autodestruye a sí misma. El simbolismo es abundante, desde la recurrente mención del "maníaco" (el demonio) hasta el tratamiento del cordero, que se convierte en un objeto de temor y de sacrificio. La película se debate entre un relato de terror sobrenatural y un drama familiar sobre la desintegración y la pérdida de la inocencia.

En definitiva, "La Bruja” es una obra maestra inquietante que exige una experiencia visual y auditiva comprometida. No es un thriller de terror convencional, sino una meditación sobre la naturaleza del mal, la fragilidad humana y el peso del pasado. Es una película que permanece en la memoria, dejando un sabor amargo y una sensación de inquietud indefinida.

Nota: 8.5/10