La calle 42 (1933)

“La calle 42” (42nd Street) es un espectáculo musical que, a primera vista, podría parecer un mero homenaje a la elegancia y el glamour de los años 40 del teatro de Broadway. Sin embargo, la película de Lloyd Wright, si bien carece de la audacia y la innovación de su predecesora de 1933, ofrece un entretenimiento clásico y agradable que, sorprendentemente, logra generar cierta conexión emocional. La película no reinventa la rueda, pero tampoco se limita a ser una copia fiel, y en ese equilibrio reside parte de su éxito.

La dirección de Wright se centra en la estética y el ambiente de la época. Los números musicales son grandilocuentes y, en su mayoría, visualmente impresionantes, con coreografías elaboradas y vestuario impecable. La película se siente como un anuncio de Ford, glorificando el brillo del teatro y el glamour de la alta sociedad. Sin embargo, la dirección carece de la vitalidad y el ritmo que podrían haber elevado la película. Hay momentos donde la coreografía se siente un poco rígida y el montaje se estira innecesariamente, ralentizando el desarrollo de la trama. No obstante, la banda sonora, compuesta por Harry Warren y Al Dubay, es un triunfo absoluto, con canciones inolvidables que se quedan grabadas en la memoria.

El reparto es sólido, encabezado por Ginger Rogers, quien ofrece una interpretación cautivadora como Dorothy Brock, la joven aspirante a actriz. Su presencia escénica es magnética, y Rogers aporta una vulnerabilidad y una determinación que hacen que su personaje sea entrañable. Gene Kelly, como Julian Marsh, el productor veterano, equilibra con maestría la fragilidad física y el espíritu indomable del personaje. Su interpretación es elegante y sutil, y aunque la química entre Rogers y Kelly no es tan explosiva como se podría haber esperado, sí logra crear una relación creíble y conmovedora. Otros actores secundarios, como Fred Astaire (en una breve aparición) y Rita Hayworth, aportan toques de brillo a la historia. La interpretación de Rita Hayworth, en particular, es un regalo para los espectadores, ya que es una de sus apariciones cinematográficas más memorables.

El guion, adaptado de la obra teatral original, es funcional pero no particularmente innovador. Se centra en el romance entre Dorothy y Julian, mientras que los secundarios se limitan a cumplir sus papeles. La trama se desarrolla a un ritmo pausado, y la exploración de los temas subyacentes – la ambición, el amor, el sacrificio, la rivalidad – queda un tanto superficial. La película se concentra en los momentos de espectáculo, descuidando en ocasiones el desarrollo de los personajes y la complejidad de las relaciones. A pesar de esto, la historia es entretenida y, en general, cumple su cometido como un melodrama clásico con un toque de comedia.

En definitiva, “La calle 42” es un musical elegante y entretenido, ideal para una noche de cine en casa. No es una obra maestra, pero ofrece una experiencia visualmente rica y musicalmente gratificante. Si buscas un espectáculo que te transporte a la época dorada del teatro y te ofrezca una dosis de glamour y romance, esta película cumple con creces. Sin embargo, no esperes una trama especialmente original o un desarrollo profundo de los personajes.

Nota: 7/10