La camarera (2007)

“La Camarera” (2016) de Paul Schrader es una película inquietante y profundamente perturbadora que no busca la grandilocuencia ni la espectacularidad, sino que se atreve a desenterrar la oscuridad que acecha en las entrañas de un pequeño pueblo americano y, sobre todo, en la psique de su protagonista. La película se centra en Jenna (Keri Russell), una mujer atrapada en un ciclo de abuso, que encuentra una extraña forma de expresión a través de la cocina, transformando su dolor y desesperación en creaciones culinarias, cada una con un nombre evocador y revelador de su estado emocional. Schrader, un nombre que no necesita presentación, construye una atmósfera opresiva y claustrofóbica, utilizando la fotografía de Łukasz Dydo para acentuar la sensación de aislamiento y desesperación.

Russell ofrece una actuación excepcional. Su Jenna es un personaje complejo y, a menudo, repulsivo, pero precisamente en su vulnerabilidad y en su incapacidad para escapar de su destino radica su humanidad. Ella transmite con maestría la desesperación silenciosa, la rabia contenida y el miedo constante que experimenta Jenna. La química entre Russell y Jeremy Sisto (Earl) es tensa y visceral, capturando la dinámica abusiva que define su relación. Sisto, por su parte, no cae en el cliché del villano caricaturesco; Earl es un hombre banal, obsesionado con la violencia y la dominación, pero sin ser una figura monstruosa. En cambio, es un reflejo de la miseria y la ignorancia que corroe el pueblo en el que viven. La película no se concentra en excusar el comportamiento de Earl, sino en mostrar las consecuencias devastadoras que tiene sobre Jenna.

El guion, aunque lento en algunos momentos, se beneficia de un tratamiento poético y simbólico. La cocina se convierte en el núcleo de la narrativa, representando la búsqueda de Jenna de una identidad propia y de un escape a su pasado. Los nombres de los platos son más que simples etiquetas; son ventanas a la psique de la protagonista, revelando sus miedos, sus fantasías y sus deseos más profundos. Schrader evita la justificación moral y se centra en el impacto emocional de la violencia y el abuso. La película no ofrece soluciones fáciles ni finales felices, sino que se atreve a mostrar la persistencia del trauma y la dificultad de romper el círculo vicioso. El diseño de producción, con su atmósfera rural y su coloración apagada, contribuye a la sensación general de desolación.

Sin embargo, la película no está exenta de ciertas debilidades. La trama, aunque rica en simbolismo, puede resultar algo confusa para algunos espectadores, y el ritmo pausado podría no ser del gusto de todos. Además, el final, aunque impactante, puede resultar algo abrupto y no ofrece una resolución completa a las múltiples cuestiones planteadas. No obstante, “La Camarera” es una obra maestra visceral que invita a la reflexión sobre la violencia doméstica, la opresión y la búsqueda de la identidad en un entorno marcado por la ignorancia y el prejuicio. Es una película que permanece en la memoria mucho después de que terminan los créditos.

Nota: 8/10