La casa más divertida de Texas (1982)

“La casa más divertida de Texas” (Once Upon a Time in Texas) no es una película para tomarse en serio. Es una explosión de surrealismo, humor absurdo y, sorprendentemente, un corazón tierno. Burt Reynolds, en una de sus actuaciones más memorables, encarna a Ed Earl Dodd, un sheriff con una memoria notoriamente mala y una fascinación por las mujeres, y la película se beneficia enormemente de su carisma y su capacidad para equilibrar la comedia con momentos genuinamente conmovedores.

La dirección de Walter Hill es una delicia visual. El estilo de filmación, con sus planos exagerados, el uso del color y los efectos especiales, crea un universo particular, casi onírico. Hill no rehúye de lo llamativo y lo extraño, y lo hace con una audacia que se extraña en el cine actual. La película se siente como una aventura pulp, inspirada en clásicos del género, pero con la visión y el sello propio de Walter Hill, quien construye un mundo donde lo improbable es la norma. La atmósfera, impregnada de un western ligeramente desatado y un toque de comedia negra, es absolutamente cautivadora. Observar cómo se despliegan los eventos es un placer, y cada escena está cuidadosamente elaborada para sorprender al espectador.

La película se centra, en gran medida, en la relación entre Ed Earl y Mona Stangely, interpretada de forma brillante por Dolly Parton. Parton no solo aporta su inconfundible atractivo, sino que también ofrece una interpretación matizada de una mujer fuerte y decidida, que se niega a ser definida por las expectativas de la sociedad. Su química con Reynolds es fundamental para el éxito de la película, y las escenas en las que interactúan son hilarantes y, a la vez, llenas de una profunda conexión emocional. El guion, co-escrito por Hill y James Fargo, es ingenioso y lleno de gags verbales y situaciones cómicas. Aunque la trama principal –la lucha por salvar el burdel– es simple, el guion se llena de detalles memorables, personajes excéntricos y diálogos que son verdaderas joyas. La película juega constantemente con las expectativas del espectador, llevando la historia a caminos inesperados y llenos de sorpresas.

A pesar de su enfoque en el humor, “La casa más divertida de Texas” no es solo una comedia. Hay un núcleo de melancolía en la historia, especialmente en la exploración de la soledad y el deseo de aceptación. La película toca temas como la pérdida, el amor no correspondido y la búsqueda de un lugar al que pertenecer. Es una película que te hace reír a carcajadas y también te provoca cierta reflexión. Es un ejemplo perfecto de cómo el humor y la sensibilidad pueden combinarse para crear una experiencia cinematográfica verdaderamente especial. Es un clásico del cine de culto, una película que ha resistido el paso del tiempo y que sigue sorprendiendo a nuevos espectadores.

Nota: 8/10