La chaqueta del botones (2016)

“La chaqueta del botones” (1989) es, a primera vista, una comedia negra con un toque de surrealismo que se aferra al absurdo y a la grotesca comedia física. Sin embargo, bajo la superficie, se esconde una reflexión inquietante sobre la ambición desmedida, la ética y el precio que estamos dispuestos a pagar por alcanzar nuestros sueños. La película, dirigida con maestría por Terry Gilliam, construye un universo visualmente rico y perturbador, donde lo grotesco y lo maravilloso coexisten en un equilibrio precario.

La dirección de Gilliam se distingue por su meticulosidad y su particular visión del mundo. Cada escena, desde las más cómicas hasta las más siniestras, está cuidadosamente elaborada, con una atención al detalle que es absolutamente impresionante. La película se siente como un sueño febril, un carnaval de lo imposible, donde la lógica se desvanece y el espectador se encuentra constantemente cuestionando lo que está viendo. Gilliam utiliza movimientos de cámara inusuales, planos extraordinarios y un diseño de producción que evoca una estética de feria medieval, creando una atmósfera única y memorable. El uso del color, especialmente el verde, es particularmente impactante y contribuye a la sensación de incomodidad y extrañeza que impregna la película.

La actuación de Michael Palin como Benjamín es, sin duda, el corazón de la película. Palin ofrece una interpretación magistral, transmitiendo a la perfección la desesperación, la ambición y la alienación de un hombre atrapado en su propia obsesión. Su Benjamín es un personaje patético y, a la vez, fascinante, un hombre que sacrifica su propia integridad por el fantasma de la invención. La química entre Palin y el resto del elenco, especialmente John Altman y Norman Fitzroy, es palpable y añade una capa extra de humor y tensión a la narrativa.

El guion, adaptado de la obra de teatro homónima de John Van Druten, es inteligente y provocador. La historia, aunque aparentemente simple, explora temas complejos como la ética, la ambición, el engaño y la soledad. Gilliam y el guionista principal, Terry Jones, logran mantener la esencia de la obra original, al tiempo que la enriquecen con elementos surrealistas y humor negro. La película no se limita a ofrecer una simple sátira a la sociedad, sino que invita al espectador a reflexionar sobre la naturaleza humana y las decisiones que tomamos en busca del éxito. La forma en que se desarrolla la trama, con la gradual pérdida de moralidad de Benjamín, es especialmente impactante y nos obliga a cuestionar nuestro propio sistema de valores.

Aunque la película puede resultar perturbadora para algunos espectadores debido a su humor negro y su atmósfera opresiva, “La chaqueta del botones” es una obra maestra del cine negro surrealista, una experiencia cinematográfica inolvidable que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Es un testimonio de la creatividad y la visión artística de Terry Gilliam y Michael Palin, y una de las películas más originales y memorables de los últimos años.

Nota: 8/10