“La chica de mis sueños” (The Girl on the Train) es una comedia romántica que, al principio, parece un torpe ejercicio de auto-conocimiento y una exploración superficial del deseo. Sin embargo, tras superar su ritmo inicial algo irregular, la película, dirigida por Eli Roth, emerge como una reflexión sorprendentemente honesta sobre la autoestima, la melancolía y el impacto del pasado en el presente. Roth, conocido por su incursiones en el terror, demuestra una habilidad considerable para equilibrar la comedia con momentos de profunda sensibilidad, aunque el resultado final no alcanza la perfección.
La película se centra en Jason (Martin Freeman), un ex-estilo de vida hedonista que ahora intenta desesperadamente recuperar un mínimo de dignidad profesional y personal. Su vida se ve sacudida cuando se enamora de Rachel (Penélope Cruz), una mujer vibrante y llena de vida que parece ser el contrapunto perfecto a su existencia opaca. Sin embargo, la historia se complica cuando descubre que Rachel está saliendo con su ex novio, un hombre que él mismo ha visto involucrado en un evento traumático. La premisa, aunque ya conocida, se sirve de un argumento que va más allá de lo meramente romántico, adentrándose en un debate sutil sobre la culpa, el arrepentimiento y la búsqueda de redención.
Las actuaciones son, en su conjunto, sólidas. Martin Freeman ofrece una interpretación cautivadora como Jason, transmitiendo la mezcla de frustración, inseguridad y anhelo que define a su personaje. La química entre Freeman y Penélope Cruz es palpable, y su relación se desarrolla de una manera natural e íntima. Cruz brilla especialmente, aportando un matiz de fuerza y vulnerabilidad a su papel. Danny DeVito, en su breve pero efectivo papel como el psiquiatra, añade un toque de humor y sabiduría a la narrativa. La dirección de Roth no se adentra en excesivos artificios visuales; en cambio, se enfoca en capturar la esencia emocional de las historias que se cuentan.
El guion, aunque no revolucionario, presenta un planteamiento interesante que busca explorar las complejidades de las relaciones humanas. El ritmo, como ya se ha mencionado, es variable; las escenas de diálogos rápidos pueden sentirse apresuradas, mientras que las escenas más pausadas y reflexivas son a menudo las más efectivas. La película, sin embargo, no se basa en clichés del género romántico. El trauma central, aunque no detallado en exceso, se presenta como un elemento fundamental que moldea las decisiones y el comportamiento de los personajes. El tratamiento del tema de la salud mental es, en general, respetuoso y responsable, evitando sensacionalismos innecesarios.
En definitiva, “La chica de mis sueños” es una comedia romántica con un fondo que invita a la reflexión. No es una obra maestra del cine, pero sí una película entretenida y con un buen reparto. La dirección de Roth y las actuaciones, especialmente las de Freeman y Cruz, compensan sus momentos de vacilación y la trama, aunque sencilla, merece la pena ser vista. Se trata de una historia sobre cómo, a veces, necesitamos que alguien nos recuerde que las cosas pueden mejorar, incluso cuando nos sentimos perdidos.
Nota: 7/10