La chica del gángster (1993)

“La Chica del Gángster” no es una película que te sorprenda, pero tampoco te deja indiferente. Dirigida con una discreta elegancia por Andrew Davis, el director se enfoca en la atmósfera opresiva y la tensión palpable de los años 40, y logra crear un relato sobre la moralidad, la ambigüedad y la red de deseos y decepciones que te atrapan desde el principio. No se trata de un thriller puro y duro, aunque la amenaza constante de la mafia y las consecuencias de las decisiones de Wyne sí están presentes, la película se centra más en explorar las complejidades de una relación improbable e incómoda.

El guion, adaptado de la novela homónima de Edward Lewis, es sólido y reflexivo. Se evita caer en clichés y las situaciones, aunque a veces lentas, se construyen con un propósito. La historia se mueve a un ritmo pausado que permite desarrollar la psicología de los personajes, especialmente la de Wyne (Leonardo DiCaprio), un hombre atrapado entre el deber y la ética, incapaz de negar la atracción hacia Gloria (Diane Lane). DiCaprio ofrece una actuación sutil y convincente, transmitiendo la confusión y la angustia de un hombre que lucha con su conciencia y con sus deseos. Su Wyne es un personaje vulnerable, complejo y, a pesar de su situación, humanamente fascinante. Lane, por su parte, aporta una fuerza y una determinación innegables a Gloria, una mujer que se mueve en un mundo dominado por hombres y que no teme desafiar las convenciones. La química entre DiCaprio y Lane es un elemento fundamental de la película y se siente genuina, creando una dinámica de tensión y respeto que es esencial para el desarrollo del conflicto interno del protagonista.

La dirección de Davis se distingue por su capacidad para crear imágenes que evocan la época. El vestuario, la fotografía en blanco y negro, y la ambientación detallada contribuyen a sumergir al espectador en la Nueva York de los años 40. La película no hace glamour de la criminalidad; en cambio, muestra su lado oscuro, sucio y peligroso. Se presta atención a los pequeños detalles, como la conversación al humo, el sonido de los neumáticos en la calle o la luz tenue que atraviesa las ventanas, creando una atmósfera realista y opresiva. La banda sonora, minimalista pero efectiva, refuerza esta sensación de peligro latente.

A pesar de su ritmo lento y de su enfoque en la introspección, “La Chica del Gángster” es una película que invita a la reflexión sobre la naturaleza de la moralidad y la dificultad de escapar de las circunstancias. No es un espectáculo visualmente deslumbrante, pero sí una experiencia cinematográfica inteligente y absorbente. El final, deliberadamente ambiguo, deja al espectador con la sensación de que las decisiones tomadas tienen consecuencias duraderas y que no hay respuestas fáciles. La película se aleja de las convenciones del género y se adentra en una zona gris donde la línea entre el bien y el mal es borrosa, mostrando que a veces, las situaciones más complejas se encuentran en los silencios y las miradas entre los personajes.

Nota: 7/10