“La ciudad perdida” no es, sin duda, la obra maestra de aventuras cinematográficas que algunos podrían esperar. Más bien, es una película que se sitúa en un territorio intermedio: un entretenimiento sólido, aunque con margen de mejora, que se centra en la supervivencia y el desarrollo personal de su protagonista, un elemento que, paradójicamente, es el que más resuena en el espectador. La película, dirigida por Michael Nichols, ofrece una experiencia visualmente atractiva, principalmente gracias a la impresionante fotografía de Emmanuel Lubezki, que captura la exuberancia y el peligro implacable de la selva amazónica. Los primeros planos de la piel empapada de sudor, los parpadeos intensos bajo la densa vegetación, la humedad palpable en el aire… todo esto contribuye a sumergir al espectador en el entorno, generando una sensación visceral de inmersión que es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la cinta.
Charlize Theron ofrece una actuación magistral como Vivian Holloway, una mujer de negocios con un pasado turbio y una personalidad dura que se encuentra forzada a abandonar su confort para enfrentar una situación extrema. Theron logra transmitir la complejidad de su personaje, mostrando tanto su vulnerabilidad oculta bajo una fachada de fortaleza, como su creciente determinación para sobrevivir. La química entre Theron y el joven Matthew Fox, que interpreta al guía local Ben, es palpable y añade una capa de tensión y ambigüedad al romance que se desarrolla entre ellos. Sin embargo, la relación, tal como se presenta, a veces se siente un tanto forzada, como si el guion no le dedicara el tiempo necesario para profundizar en sus motivaciones y la evolución de sus sentimientos.
El guion, adaptado de la novela homónima de Paulo Coelho, es, en general, correcto, pero le falta la chispa que podría haber elevado la película a un nivel superior. La trama, aunque original en su premisa, carece de la tensión dramática que se espera de una película de supervivencia. Los momentos de peligro se suceden, pero a menudo carecen de la visceralidad necesaria para realmente impactar al espectador. El desarrollo de la historia se siente un tanto predecible, y algunas de las secuencias de acción, aunque visualmente atractivas, se ven interrumpidas por un ritmo excesivamente rápido. La presencia de la maldición indígena que acecha la ciudad perdida se introduce de forma abrupta y no se explora completamente su simbolismo, lo que resta un elemento misterioso y más profundo a la narrativa. A pesar del enfoque en la supervivencia, la película podría haberse beneficiado de una mayor exploración de las consecuencias psicológicas y emocionales del trauma que Vivian sufre.
No obstante, “La ciudad perdida” ofrece un escape visual y una interpretación convincente de una mujer que se ve desafiada al límite. Es una película que, aunque no es innovadora en su estructura narrativa, sí que consigue transmitir la belleza salvaje de la Amazonía y la capacidad de resiliencia humana. El sonido, especialmente la banda sonora compuesta por Marcelo Porttilla, es fundamental para crear la atmósfera envolvente de la película, complementando a la perfección las imágenes impactantes.
Nota: 6/10