“La cocinera del presidente”, dirigida por Christian Auge, no es la explosión de drama político que algunos podrían esperar al escuchar la premisa: la vida de una respetada chef de la región de Périgueux, Hortense Laborie, que de repente se ve encargada de preparar los almuerzos y cenas del presidente francés François Miterrand. Sin embargo, esta película, a pesar de su ritmo pausado y, a veces, deliberadamente lento, ofrece una experiencia cinematográfica sorprendentemente rica y gratificante, centrada en la humanidad y la conexión. Auge logra transformar un relato aparentemente simple en una meditación sobre la dignidad, la privacidad y las complejidades de la vida en la alta política.
La película no se enfoca en la política en sí, sino en el universo personal de Hortense. Interpretada con una belleza serena y una vulnerabilidad palpable por parte de la actriz Yolande Moreau, Hortense emerge como una figura estoica, decidida a mantener la tranquilidad y la profesionalidad en un entorno extraordinariamente exigente. Su historia es la de una mujer que ha dedicado su vida a la gastronomía, una pasión que la precede a cualquier consideraciones políticas o sociales. Moreau logra transmitir esa dedicación y esa reserva, evitando caer en estereotipos femeninos y ofreciendo una interpretación sorprendentemente sutil y poderosa.
La dirección de Auge se caracteriza por su fotografía evocadora, que captura la luz y la atmósfera del Palacio del Elíseo y los paisajes de la región de Périgueor. Los planos largos y la atención al detalle crean una sensación de calma y de introspección. La película no busca la acción frenética ni los diálogos brillantes; en cambio, se basa en la observación silenciosa y en la construcción gradual de las relaciones entre los personajes. La banda sonora, discreta pero efectiva, complementa la atmósfera contemplativa del filme.
El guion, escrito por Auge y Sophie Catin, es moderadamente efectivo, aunque no exento de momentos de cierta torpeza. La trama se desarrolla de forma orgánica, mostrando el paso del tiempo y la adaptación de Hortense a su nueva responsabilidad. Sin embargo, la película a veces se pierde en descripciones excesivamente detalladas de la cocina y de los procedimientos de protocolo, lo que ralentiza el ritmo y puede resultar tedioso para algunos espectadores. La película explora con inteligencia la dinámica de poder, no a través de confrontaciones directas, sino a través de la percepción de Hortense y la constante necesidad de discreción que implica su puesto. Se vislumbra la tensión inherente a la privacidad de la presidencia, contrastada con la rutina y la honestidad que representa la cocina.
A pesar de estas ligeras imperfecciones, "La cocinera del presidente" es una película que merece ser vista. Es un retrato delicado y conmovedor de una mujer extraordinaria, que se encuentra en el corazón del poder, pero que nunca pierde de vista su propia humanidad. La película invita a la reflexión sobre los valores, las ambiciones y las pequeñas cosas que hacen la vida valiosa. No es un drama grandilocuente, sino una joya cinematográfica sutil y elegante.
Nota: 7/10