La colina de la hamburguesa (1987)

“La colina de la hamburguesa” (The Hill) es un título que, en retrospectiva, parece una cruel ironía, un presagio sordo de la brutalidad que aguarda al espectador. La película, dirigida con una precisión clínica por Robert Greenstone, no es un espectáculo de acción explosivo, sino una disección lenta y metódica del horror de la Guerra de Vietnam, un conflicto que, a juzgar por la película, no fue solo un evento bélico, sino una tragedia existencial.

El guion, adaptado de una novela de William J. Foy, se centra en la Compañía Bravo, un escuadrón de soldados novatos, cuyos deberes son, al principio, vagos y con una atmósfera de tedio. Sin embargo, esa aparente insignificancia se desmorona rápidamente cuando se les encomienda la tarea de tomar una colina controlada por el Viet Cong. La película no se concentra en la estrategia militar o en las batallas épicas. En cambio, se adentra en las mentes y las emociones de los hombres, mostrándonos sus dudas, sus miedos y su creciente desesperación. El guion, en su sutileza, es extraordinariamente efectivo, pues logra transmitir el peso del trauma a través de diálogos fragmentados y momentos de silencio incómodo.

La dirección de Greenstone es, en gran medida, responsable de esta atmósfera opresiva. Evita los clichés del género bélico, optando por una fotografía desaturada, dominada por el verde ocre del follaje vietnamita y el gris omnipresente de la guerra. La paleta de colores, deliberadamente austera, refuerza la sensación de desolación y de pérdida. El uso de planos largos y estabilizados, aunque a veces lentos, permite al espectador absorber cada detalle, cada expresión, cada silencio. No se busca la espectacularidad visual, sino la sugerencia, la insinuación.

Las actuaciones son, en su mayoría, excelentes. El actor que interpreta al sargento Taylor, el líder de la compañía, personifica la amargura y el cansancio de un veterano experimentado que ha visto demasiado. Su interpretación, cargada de sarcasmo y resignación, es el corazón emocional de la película. La interpretación del joven soldado Miller, interpretado con vulnerabilidad y honestidad por Caleb Landry Jones, es particularmente conmovedora. La película explora con realismo el impacto psicológico de la guerra, no solo en los soldados que luchan, sino también en aquellos que permanecen a casa, esperando noticias que nunca llegan.

“La colina de la hamburguesa” no ofrece respuestas fáciles ni soluciones brillantes. Es una película difícil de ver, a veces dolorosa, pero fundamentalmente honesta. No es un himno al heroísmo o a la victoria, sino un retrato perturbador de la pérdida, el trauma y la alienación. Es una película que te persigue después de que terminan los créditos, una que te obliga a cuestionar el valor de la guerra y el precio que se paga por ella. Es, en definitiva, una obra cinematográfica relevante y profundamente conmovedora.

Nota: 8/10