La comedia sexual de una noche de verano (1982)

“La comedia sexual de una noche de verano” de Emerald Fennell es, ante todo, una experiencia visceral, un torbellino de emociones y comportamientos que desafían cualquier norma y, a menudo, la decencia. La película se sitúa en un contexto de comienzos del siglo XX, donde la rigidez moral y la represión sexual chocan de manera brutal con el deseo y la experimentación. Fennell no busca una narración lineal o una historia fácil de digerir; construye un retrato incómodo, provocador y, en última instancia, inquietante de la fragilidad de las relaciones y los mecanismos de defensa que utilizamos para mantenerlas.

La dirección de Fennell es, sin duda, el punto fuerte de la película. Se permite un estilo visualmente audaz, con planos secos y deliberadamente poco encuadre que intensifican la sensación de invasión y desorientación. La fotografía, en tonos apagados que evocan la atmósfera melancólica del campo inglés, contrasta con la explosión de color y la agresividad de algunas de las escenas más memorables. Pero no se limita a la estética; Fennell maneja el ritmo con maestría, alternando momentos de calma tensa con secuencias de frenesí que dejan al espectador sin aliento. Es una dirección que, lejos de buscar la elegancia, abraza la crudeza y la transgresión.

Las actuaciones son igualmente excepcionales. Emma Corrin, como la esposa del inventor, entrega una actuación particularmente conmovedora, capturando con gran sutura la frustración y la desesperación de una mujer atrapada en un matrimonio fallido. Paul Hwanga, en el papel del inventor, irradia un encanto que esconde una vulnerabilidad devastadora. Pero es Kristin Scott Thomas, como la profesora, quien realmente domina la pantalla. Su interpretación es fría, calculadora, y a la vez profundamente perturbadora, transmutando la pomposidad intelectual en una máscara de represión y deseo encubierto. La química entre los actores es palpable, alimentando la tensión y la complejidad de las relaciones.

El guion, escrito por Fennell y Han Kang, es el elemento más controvertido de la película. No rehúye la oscuridad ni la transgresión, explorando temas como el deseo, el poder, el abuso y la culpa de manera directa y sin tapujos. Sin embargo, la película no se limita a la mera exhibición de comportamientos inusuales. El guion profundiza en las motivaciones de los personajes, revelando las heridas emocionales y los traumas que los han llevado a actuar de la manera en que lo hacen. Aunque algunos elementos pueden parecer gratuitos o exagerados, contribuyen a la atmósfera general de desconcierto y a la sensación de que estamos presenciando un experimento social. No es fácil, ni cómoda, pero logra generar un debate sobre los límites de la moralidad y la naturaleza del deseo.

En definitiva, “La comedia sexual de una noche de verano” es una película desafiante, provocadora y, en gran medida, exitosa. Es una obra que exige una inversión emocional considerable y que, sin duda, dejará una huella duradera. No es para todos los públicos, pero para aquellos que estén dispuestos a confrontar sus propias inhibiciones, ofrece una experiencia cinematográfica única y, a pesar de su oscuridad, profundamente enriquecedora.

Nota: 8/10