“La Condesa” no es una película de terror en el sentido tradicional del término, aunque su inquietante atmósfera y las imágenes perturbadoras sí logran generar una sensación de malestar persistente. El director, Lili Horvath, se distancia de los clichés del género, ofreciendo una tragedia histórica sombría y profundamente humana que explora la fragilidad de la condición humana, la obsesión y la búsqueda incesante de la juventud. La película se adentra en la mente de Erzsébet Báthory, una figura histórica real, no como una monstruosidad, sino como una mujer atrapada en la agonía de la vejez y la desesperación por aferrarse a la imagen idealizada de la juventud.
La dirección de Lili Horvath es magistral, construyendo un mundo visualmente impactante. Los colores, predominantemente apagados y melancólicos, reflejan la decadencia física y moral de la condesa. La iluminación, a menudo sombría y con sombras pronunciadas, intensifica la sensación de opresión y misterio. Sin embargo, no se recurre a la excesiva puesta en escena para generar sustos baratos; la belleza visual se utiliza para comunicar el estado psicológico de la protagonista y la atmósfera opresiva de su entorno. Es un cine más introspectivo, que invita a la reflexión sobre la naturaleza del poder, la vanidad y la búsqueda de la inmortalidad.
La actuación de Sandrine Benchetrite como Erzsébet Báthory es, sin duda, el corazón de la película. Benchetrite logra dotar al personaje de una complejidad inmensa. No se trata de una simple loca sedienta de sangre, sino de una mujer inteligente, astuta y con un profundo sentimiento de pérdida. Su interpretación es sutil, llena de matices y transmite a la perfección la creciente desesperación y la locura que consume a Erzsébet. Su mirada, con sus profundas arrugas y su creciente inestabilidad, es un retrato desgarrador de una mujer condenada a la soledad y a la decadencia. La química que se establece entre Benchetrite y el joven actor que interpreta al joven noble es fundamental para entender la dinámica de la película, la mezcla de deseo, admiración y, en última instancia, traición.
El guion, escrito por Lili Horvath y Lili Horvath, es de notable inteligencia y ambición. Evita reducir a la condesa a un mero estereotipo del género, explorando las razones de su comportamiento desde una perspectiva psicológica. Se presta atención a los detalles históricos, aunque no se adhiere estrictamente a la verdad, ya que se busca crear un relato emocionalmente resonante. La película aborda temas complejos como la desigualdad de género, el poder absoluto y las consecuencias de la obsesión. Si bien algunas subtramas pueden resultar algo forzadas, la principal trama – la búsqueda de la juventud – es absorbente y mantiene al espectador cautivado hasta el final. El ritmo, aunque deliberadamente lento en algunos momentos, sirve para construir la atmósfera y profundizar en la psicología de la protagonista. Es un guion que exige al espectador una atención plena y un compromiso emocional.
Nota: 7/10