La corsa dell'innocente (1992)

“La Corsa dell'Innocente” (La Carrera del Inocente) no es una película que te despierte con un estruendo visual, pero sí que te instala en un ambiente pesado y opresivo desde sus primeros momentos. Es un drama sobre la culpa, la búsqueda de redención y la lucha por la supervivencia, ambientado en el crudo paisaje de la Calabria italiana y en un mundo de violencia familiar latente. La película, dirigida con una mano firme por Francesco Russo, se centra en Vito, un joven de 12 años que, tras la masacre de su clan de secuestradores, debe huir y buscar una forma de expiar los crímenes de su pasado. No es un drama de acción repleto de persecuciones y explosiones, sino una exploración silenciosa y sutil de la infancia corrompida y la dificultad de escapar de un legado de violencia.

La dirección de Russo logra un gran trabajo al no recurrir a la grandilocuencia. La cámara no busca impresionarnos con virtuosismos técnicos; en cambio, se acerca al personaje de Vito, observándolo con una mirada compasiva, casi infantil. El uso de la luz y la sombra, el encuadre y los movimientos de cámara contribuyen a crear una atmósfera de inquietud y desesperación, sin necesidad de recurrir a efectos especiales. La película se beneficia enormemente de la fotografía de Luca Bigazzi, que captura la belleza sombría del entorno y acentúa la fragilidad del protagonista. Se percibe una meticulosa atención al detalle en la recreación de la vida en la Calabria, tanto en sus aspectos más desolados como en sus pequeños rincones de belleza agreste.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Tony Serval, como Vito, ofrece una interpretación admirablemente contenida, transmitiendo la angustia y la confusión de un niño que ha perdido todo y que se ve obligado a madurar prematuramente. Su mirada, a veces vacía, a veces llena de miedo, es la que define a este personaje. El resto del reparto, particularmente Gennaro Templini como el taciturno y atormentado padre de Vito, contribuye a la riqueza del universo cinematográfico. Las interpretaciones son honestas y creíbles, sin artificios, y ello añade una capa de realismo a la historia. La química entre Serval y Templini es notable, y se siente la difícil relación que los une.

El guion, aunque no es particularmente original en su planteamiento central, logra ser efectivo en la manera en que se desarrolla la historia. La trama avanza con un ritmo pausado, permitiendo al espectador conectar emocionalmente con el personaje de Vito y comprender la complejidad de sus motivaciones. Se evita la simplificación moralizante y se presenta una visión matizada de la violencia, explorando las causas y las consecuencias de la misma. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas sobre la naturaleza humana, el perdón y la posibilidad de redención. La historia, en esencia, se centra en la búsqueda de una oportunidad de expiar los errores del pasado, un tema universal que resuena profundamente, incluso en el contexto particular de la película.

Nota: 7/10