La costilla de Adán (1949)

“La costilla de Adán” no es, sin duda, una obra maestra cinematográfica que redefine el género legal dramático, pero sí que resulta ser un thriller psicológico interesante y, en ciertos momentos, perturbador. La película, dirigida por Denis Villeneuve, se instala en un ambiente de opulencia y tensión palpable, donde la lucha por la verdad se entremezcla con una exploración profunda de las relaciones interpersonales y el precio de la ambición. La película comienza con una atmósfera de perfección artificial, construida sobre las bases de un matrimonio aparentemente idílico, lo que inmediatamente genera una sensación de incomodidad que se va intensificando a medida que avanza la trama.

La dirección de Villeneuve es, como siempre, impecable. Su manejo de la cámara es magistral, creando espacios visuales claustrofóbicos y dominados por la luz, que reflejan el estado emocional de los personajes. La película no se basa en explosiones de acción o diálogos grandilocuentes, sino en la sutil acumulación de detalles y la interpretación del comportamiento humano. La música, compuesta por Jänke, es inquietante y atmosférica, logrando crear una banda sonora que se funde perfectamente con la tensión visual de la película. Sin embargo, a veces, esta cuidada estética, aunque innegablemente efectiva, podría percibirse como algo excesiva, llevando a una sensación de formalismo que, en ciertos momentos, resta dinamismo a la narración.

El núcleo de la película reside en las actuaciones de Hugh Jackman y Marion Cotillard. Jackman, como Adam, ofrece una interpretación matizada y profundamente humana de un hombre consumido por la duda y la ambición. Su personaje es complejo y conflictivo, atrapado entre su deber profesional y su deseo de justicia. Cotillard, por su parte, estalla en su papel de Diane, la mujer acusada de homicidio, transmitiendo una vulnerabilidad y una determinación que, pese a las circunstancias, resultan innegablemente convincentes. La química entre ambos actores es notable, y sus interacciones son el corazón palpitante de la historia. Si bien las actuaciones de los secundarios son competentes, el peso de la trama recae firmemente sobre estos dos talentos, y es ahí donde la película realmente brilla.

El guion, adaptado de la novela de Scott Turow, es, en general, sólido. La trama, centrada en la representación de una mujer acusada de asesinato, es inteligente y plantea cuestiones morales importantes sobre la verdad, la justicia y la manipulación. La historia, sin embargo, puede sentirse un poco lenta en algunos tramos, y el ritmo podría haber sido más ágil. Además, la resolución, aunque satisfactoria, puede resultar algo abrupta y predecible para algunos espectadores. La exploración del pasado de Diane y de los motivos que llevaron a su acción, aunque interesante, a veces se siente un poco forzada y desconectada del resto de la trama principal. La película, en definitiva, se centra más en la construcción de personajes y en el ambiente que lo rodea, que en la exploración de las consecuencias de sus actos.

Nota: 7.5/10