La crucifixión (2017)

“La Crucecación” (The Crucifixion) no es un thriller sobrenatural que te aferra desde el inicio, sino una lenta y perturbadora construcción de atmósfera, un juego psicológico que se centra más en la duda y la paranoia que en el espectáculo de lo demoníaco. La película, dirigida por Mickey Reece, no pretende ofrecer respuestas fáciles ni demonios grandilocuentes. Se trata, en cambio, de explorar la fragilidad de la cordura y la subjetividad de la realidad, a través de la mirada desorientada de una reportera que se ve envuelta en un caso que amenaza con desdibujar los límites entre la verdad y la locura.

Nicole Rawlins (Chloe Grace Moretz), una periodista ambiciosa y aparentemente pragmática, se ve involucrada en el caso de un sacerdote, el Padre Imre (Bogdan Dusan), encarcelado por el asesinato de una monja. La trama se complica cuando Nicole comienza su investigación, y la atmósfera en el pequeño pueblo rumano donde se desarrolla la historia se vuelve progresivamente opresiva. Reece construye una sensación constante de incomodidad, utilizando un encuadre plano y claustrofóbico, y una paleta de colores apagados y sógenos que reflejan el estado mental en declive de los personajes. La luz, o la falta de ella, se convierte en un elemento narrativo crucial, simbolizando la pérdida de fe y la oscuridad que acecha en lo desconocido.

La actuación de Moretz es particularmente destacable. Ella logra transmitir la creciente incredulidad y desorientación de Nicole con una sutileza que es enormemente efectiva. Su interpretación va más allá de la simple curiosidad periodística; la actriz logra que el espectador empatice con la confusión y la vulnerabilidad de Nicole, convirtiéndola en un personaje a quien se intenta entender, incluso si no se comparte su creciente temor. La dirección de arte, impecable en su presentación de un ambiente rural y rural con un peso palpable de historia, contribuye enormemente a la inquietud general. Bogdan Dusan ofrece una actuación contundente como el Padre Imre, y si bien el personaje está sujeto a interpretaciones diversas, su presencia es una constante de tensión.

El guion, a pesar de su lentitud, es inteligente y provoca reflexión. No intenta ofrecer una explicación definitiva al “asesinato”. Más bien, sugiere que la línea entre la enfermedad mental, la fe y la posesión demoníaca es infinitamente difusa. La película juega con la audiencia, alimentando las dudas y dejando que cada espectador construya su propia interpretación. El final, deliberadamente ambiguo, es, en última instancia, lo más impactante. No es un “ángel” o un “demonio” el que decide el destino de los personajes; es la propia mente de Nicole, y la del Padre Imre, la que finalmente los consume. Es una película que permanece en la memoria, no por su espectacularidad, sino por su inquietante exploración de la naturaleza humana y la oscuridad que reside en nuestro interior.

Nota: 7/10