La Dama en el lago (1946)

“La Dama en el Lago” (1947), dirigida por Billy Wilder, no es la comedia refrescante que a veces se le ha atribuido, sino una intrincada y sutil exploración de la ambigüedad moral y la fragilidad de la verdad. Wilder, a pesar de la etiqueta de “comedia negra”, nos presenta una narrativa densa, llena de diálogos agudos y personajes complejos que se resisten a ser definidos fácilmente. La película, que a menudo se menciona junto a “Algunos hombres tienen todo el poder”, no busca la carcajada fácil, sino más bien, una incómoda reflexión sobre la naturaleza del deseo, la culpa y las consecuencias de nuestros actos.

La trama, centrada en el detective Phillip Marlowe (Robert Montgomery) contratado por la editora Audrey Totter (Joan Crawford) para investigar la desaparición de la esposa de su jefe, Jack Raymond (Leon Ames), se presenta inicialmente como un caso simple de infidelidad. Sin embargo, Wilder, con su maestría narrativa, desmantela rápidamente esta premisa, revelando una red de mentiras, secretos y motivaciones ocultas. Marlowe, interpretado con su habitual cinismo y agudeza por Montgomery, se encuentra constantemente en una posición incómoda, obligado a cuestionar la veracidad de sus informantes y a dudar de su propio criterio.

La dirección de Wilder es, como es habitual en su trabajo, impecable. La atmósfera se construye con cuidado, utilizando la opulencia del entorno (la mansión y el lago de Raymond) para contrastar con la oscuridad y la sospecha que se ciernen sobre la familia. Wilder no abusa de la estética, sino que utiliza el color, la luz y la composición de los planos para intensificar la sensación de inquietud y suspenso. La banda sonora, aunque discreta, contribuye a la atmósfera general de melancolía y fatalidad.

Las actuaciones son sobresalientes. Joan Crawford, a menudo relegada a papeles melodramáticos, ofrece una interpretación particularmente matizada de Audrey Totter. La actriz, que en ese momento estaba en el apogeo de su carrera, domina el personaje con una elegancia reservada, transmitiendo tanto la desesperación por el amor perdido como la astucia de una mujer que se niega a ser definida por su situación. Leon Ames, en el papel de Jack Raymond, interpreta con una sutil desesperación que le da credibilidad a su personaje. Richard Simmons, en el papel del "amante", aporta una imagen de torpeza y encantador desengaño, un villano, quizás, más cómico que amenazante.

La fuerza de la película reside en su ambigüedad. Wilder no ofrece respuestas fáciles. Al final, queda la sensación de que nadie es del todo culpable, y que la verdad es, en última instancia, un concepto subjetivo. “La Dama en el Lago” es un estudio psicológico, un análisis perspicaz de las relaciones humanas y la dificultad de discernir la verdad en un mundo lleno de engaños. Es una película que invita a la reflexión, que se queda en la mente mucho después de que los créditos finales hayan comenzado a rodar. Una obra maestra del género, no solo por su forma de contar la historia, sino por su capacidad de cuestionar las convenciones y explorar las zonas grises de la moralidad.

Nota: 8.5/10