La desaparición de Eleanor Rigby: Él (2014)

“La Desaparición de Eleanor Rigby: Él” no es una película que te llega como una explosión, sino como el susurro persistente de un recuerdo desvanecido. La dirección de Andrew Haigh, en su regreso a la pantalla grande después de “Weekend”, es magistralmente sombría, utilizando la paleta de colores apagados y las locaciones industriales de la Inglaterra moderna para construir un ambiente opresivo y de profunda melancolía. Haigh, con su habitual sensibilidad, no busca el melodrama barato, sino un retrato introspectivo y honesto de la desintegración del amor y la búsqueda de significado después de la pérdida. Su enfoque en la voz masculina – la del narrador, un escritor en crisis – nos sitúa en un terreno de incertidumbre y vulnerabilidad, permitiéndonos la incómoda tarea de desentrañar la historia junto con él.

Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte de la película. James Norton y Charlotte Riley brillan con una intensidad silenciosa y conmovedora. Norton, como el narrador, transmite la angustia de un hombre que lucha contra su propia inercia y la sombra de su pasado. Su interpretación es sutil, llena de pequeñas imperfecciones que revelan su fragilidad y su dificultad para conectar. Riley, como Eleanor, aporta una presencia magnética y misteriosa. No es una heroína convencional; es compleja, enigmática, y su desesperación se siente palpable. La química entre ambos actores es eléctrica, no por pasión romántica, sino por una profunda resonancia emocional, un reconocimiento mutuo de la soledad y el dolor.

El guion, adaptado del monólogo de Samuel Beckett, es el corazón de la película. Haigh no rehuye la oscuridad, pero tampoco se permite caer en el sentimentalismo. El diálogo es minimalista, cargado de subtexto y silencios significativos. La película no explica; sugiere. Nos muestra fragmentos de la vida de la pareja: breves encuentros fortuitos, conversaciones fragmentadas, momentos de conexión fugaces. Estas piezas, diseminadas a lo largo del tiempo, nos permiten reconstruir, no una narrativa lineal, sino una experiencia emocional acumulativa. La historia se centra en la pérdida, no solo de una relación, sino también de la identidad, de la esperanza, de la capacidad de amar plenamente. La estructura fragmentada, aunque puede resultar confusa para algunos, sirve para reflejar la naturaleza inestable de la memoria y la dificultad de recuperar el pasado.

Sin embargo, la película no está exenta de ciertas imperfecciones. El ritmo pausado, aunque efectivo para crear la atmósfera deseada, podría resultar lento para aquellos que buscan una narrativa más dinámica. Algunos personajes secundarios, aunque importantes para el contexto, no están completamente desarrollados. No obstante, estas pequeñas carencias no impiden que “La Desaparición de Eleanor Rigby: Él” sea una obra cinematográfica poderosa y resonante, un recordatorio melancólico de que el amor, como todo lo demás en la vida, a veces se desdibuja y nos deja con la amarga certeza de su ausencia.

Nota: 8/10