La Duda (2008)

“La Duda” (Trust), dirigida por Thomas McCarthy, no es una película que te deja tranquila. Es un thriller psicológico inquietante, un estudio profundo sobre la fe, el poder y la fragilidad de la percepción. La película, basada en la obra teatral de la misma época, se instala como una sombra constante sobre el corazón del Bronx en 1964, un microcosmos de prejuicios y convicciones donde el simple acto de sospechar puede destruir vidas. McCarthy construye una atmósfera densa y claustrofóbica, sabiendo que el terror reside en lo implícito, en la incertidumbre que alimenta la paranoia de la hermana Aloysius (Meryl Streep).

Streep, como siempre, ofrece una actuación magistral. No se trata de una interpretación grandilocuente, sino de un retrato sutil y escalofriante de una mujer convencida de su rectitud moral, que se debate entre la fe en sus principios y la creciente duda que se filtra en su mente. La duda, en definitiva, es el motor de toda la película y Streep la interpreta con una precisión implacable. Philip Seymour Hoffman, como el padre Flynn, complementa a la perfección a Streep. Su personaje no es un villano típico; es un hombre con una ferviente vocación y una genuina empatía, pero que, a través de la lente de la sospecha, se convierte en un sujeto vulnerable y amenazado. Hoffman transmite con la sutileza que le caracteriza, explorando la vulnerabilidad y la lucha interna del personaje sin caer en clichés. Amy Adams, aunque con menos tiempo en pantalla, aporta una necesaria dosis de inocencia y honestidad, representando a la hermana James con una credibilidad admirable.

La dirección de McCarthy es precisa y elegante. La película no se basa en sustos baratos ni en diálogos grandiosos. El ritmo es pausado, permitiendo que la tensión se acumule gradualmente. La fotografía de John Benjamin Moore es impecable, empleando una paleta de colores apagados que refleja la opresión y el desasosiego. Lo verdaderamente notable, sin embargo, es el guion. McCarthy no ofrece respuestas fáciles ni juicios morales simplistas. En lugar de eso, plantea preguntas incómodas sobre la naturaleza de la verdad, el poder de la opinión y las consecuencias de las sospechas sin fundamento. El diálogo es realista y matizado, capturando la idiosincrasia de la época y las tensiones sociales del momento. La obra teatral, adaptada con maestría, es un testimonio de la capacidad de la narrativa para explorar las profundidades de la psicología humana.

La película es un juego psicológico astuto que, a pesar de su lentitud, consigue mantener al espectador en vilo durante toda su duración. La ambigüedad es su mayor fortaleza; nunca se determina la verdad, lo que obliga al público a reflexionar sobre la naturaleza del error y la naturaleza de la justicia. “La Duda” es una obra que permanece en la memoria mucho después de que se ha acabado la proyección, dejando tras de sí una sensación persistente de incomodidad y un cuestionamiento profundo sobre la naturaleza de la fe y la moralidad. Es una película que, en definitiva, te obliga a cuestionar tus propias dudas.

Nota: 8.5/10