La enviada del mal (2017)

“La enviada del mal” no es una película que deja una huella imborrable, pero tampoco es un simple ejercicio de terror barato. Es un estudio atmosférico, una construcción lenta y metódica de suspense que, aunque a veces arrastra un poco, logra crear una sensación palpable de incomodidad y, en última instancia, inquietud. Dirigida por Andrew Van Harper, la película se sitúa en la tradición del terror psicológico, apostando por la sugestión y la tensión silenciosa en lugar de sustos repentinos y efectos especiales ostentosos, lo cual, en mi opinión, es un punto a favor, a pesar de no ser una receta infalible para todos los públicos. La atmósfera, casi claustrofóbica, se consigue con la fotografía de Steve Golia, que emplea una paleta de colores apagados, una iluminación natural fría y planos largos que se detienen en los rostros de las actrices, intensificando la sensación de aislamiento y vulnerabilidad.

El guion, adaptado de una novela de Richard Barth y David Wheelan, es donde reside su principal debilidad. Aunque la premisa –tres chicas atrapadas en una escuela aislada con una fatalidad inminente – es intrigante, la ejecución carece de profundidad y complejidad. Los diálogos a veces son forzados y las motivaciones de los personajes, sobre todo las de los padres, no están del todo desarrolladas. No se explora suficientemente el pasado de las protagonistas, lo que limita la posibilidad de una mayor conexión emocional con la audiencia. El ritmo, deliberadamente lento, podría resultar tedioso para algunos espectadores, y en varios momentos la película se pierde en descripciones excesivas sin aportar nada significativo al desarrollo de la trama. Sin embargo, la dirección de Van Harper sabe crear momentos de tensión real, utilizando el silencio, las miradas y la sugestión para construir la atmósfera opresiva que marca la película. Observar a las actrices, especialmente a la joven Rose McGowan en su papel de Joan, es un placer. Su interpretación es natural y transmite la creciente desesperación y miedo de una manera creíble.

Las actuaciones, en general, son sólidas, aunque la actuación de McGowan destaca por su capacidad para comunicar la vulnerabilidad y el terror silencioso. Kat Foster y Rose McGowan logran transmitir la incomodidad y el desasosiego de sus personajes, mientras que la presencia de un Mark Wahlberg, aunque breve, aporta un aire de misterio y amenaza. Es importante resaltar la habilidad de la dirección para mantener al espectador en vilo, generando preguntas sobre la naturaleza de los eventos que se desencadenan y la posible culpabilidad de cada una de las protagonistas. La película no ofrece respuestas fáciles; deja al espectador con una sensación de ambigüedad que invita a la reflexión, aunque también puede generar cierta frustración por la falta de claridad. "La enviada del mal" no es un thriller de terror convencional, sino más bien una meditación sobre la fragilidad humana, el miedo a lo desconocido y las consecuencias del pasado. No es una película que te hará saltar del asiento, pero sí te quedará grabada en la memoria por su atmósfera inquietante y su lentitud deliberada.

Nota: 6/10