“La Espada del Inmortal” es un espectáculo visualmente deslumbrante, un lienzo épico donde la tradición samurái se encuentra con la fantasía oscura y el drama familiar. La película, dirigida por Asakari Tanaka, se erige como una reinterpretación moderna y estilizada del género *wuxia*, aunque en esta ocasión, con un toque gótico que la distingue de las películas de samuráis más convencionales. Tanaka demuestra un dominio excepcional de la imagen, creando escenas de acción coreografiada que son a la vez brutales y poéticas, evocando la estética de Akira Kurosawa con un toque contemporáneo.
El guion, adaptado de un relato clásico de la literatura japonesa, no es precisamente revolucionario. La premisa, un samurai maldito buscando redención a través de la venganza, es un tropo ya explorado, pero el guion logra mantener el interés gracias a su desarrollo lento y a las complicaciones morales que surgen a medida que Manji, interpretado por Takeshi Ito, se involucra en la misión de Rin (Yumi Ito). La historia no busca ser profundamente filosófica, sino que se centra en la evolución del personaje principal, su lucha interna entre el deseo de venganza y el peso de su inmortalidad. Sin embargo, la película se atasca en ocasiones en un ritmo deliberadamente pausado, que podría resultar tedioso para algunos espectadores acostumbrados a las películas de acción más vertiginosas. Se echa en falta mayor profundidad en la exploración de la relación entre Manji y Rin, que, aunque presente, se siente a menudo superficial.
Las actuaciones son sólidas. Ito ofrece una interpretación contenida y magnética de Manji, transmitiendo la carga emocional de su condición y la tormento de su pasado. Yumi Ito, por su parte, demuestra matices en su interpretación de Rin, una joven atormentada por la pérdida y decidida a vengar a sus padres. La película también cuenta con un elenco de personajes secundarios, como Anotsu (Kenji Tanaka), el líder despiadado de los maestros espadachines, y su fiel seguidor, Ryou (Hiroshi Sato), quienes ofrecen personajes complejos y no son simplemente caricaturas malvadas. La química entre Ito y Sato es especialmente notable, contribuyendo al dinamismo de las escenas de acción y al desarrollo de la trama.
La banda sonora, compuesta por Junichi Sato, es otro punto fuerte de la película. La música, impregnada de melodías tradicionales japonesas y toques electrónicos, complementa a la perfección las imágenes y las emociones que se proyectan en pantalla. Las coreografías de acción, diseñadas por Kenji Nakamura, son sencillamente impresionantes, combinando elementos de artes marciales tradicionales con técnicas modernas de danza, creando escenas de combate visualmente espectaculares y llenas de dinamismo. Sin embargo, la película no logra salir del cliché de la espada larga y la cara pintada, lo que reduce, a pesar de la estética visualmente cuidada, su capacidad para sorprender.
Nota: 6.5/10