“La Fórmula” no es una película que te impacte por su grandilocuencia o por una trama de espías compleja y vertiginosa. De hecho, es justo en esa sencillez, en su aparente modestia, donde reside gran parte de su atractivo, aunque también sus limitaciones. La película, dirigida por Christian Sigrist, se mueve con elegancia dentro de un thriller de suspense psicológico, evitando los clichés del género y apostando por una atmósfera tensa y una narración pausada que, si bien puede resultar lenta para algunos, recompensa con una sensación palpable de inquietud.
La trama, centrada en la búsqueda de un pasado oculto y las consecuencias de un secreto enterrado durante la Segunda Guerra Mundial, se construye con cuidado, proponiendo la idea de que el poder del conocimiento y las motivaciones humanas son los verdaderos motores de la historia. La película se centra en el personaje de David O'Leary, interpretado con una sutileza inquietante por parte de Mark Strong, un estadounidense de origen irlandés que se ve arrastrado a una conspiración que involucra a figuras poderosas y a un oscuro capítulo de la historia europea. Strong logra transmitir la desesperación y la vulnerabilidad de un hombre que, sin saberlo, se convierte en la clave para desenterrar un secreto peligroso.
La dirección de Sigrist es notable en su capacidad para construir una atmósfera opresiva. El uso de la paleta de colores, con predominio de tonos grises y ocres, refleja la sensación de melancolía y la persistente sombra del pasado. La fotografía de Jean-Pierre Agusta es especialmente destacable, creando ambientes visualmente impactantes y contribuyendo significativamente al tono sombrío de la película. No se busca la espectacularidad, sino la sugestión, el reflejo de la duda y la incertidumbre que carcome a los personajes.
Aunque el guion, escrito por Christianся и Michael Sonea, presenta un ritmo deliberadamente lento, se apoya en diálogos concisos y efectivos que revelan gradualmente la complejidad de la conspiración. La película evita dar respuestas fáciles y deja al espectador con una sensación de ambigüedad, forzándolo a cuestionar las motivaciones de los personajes y el verdadero significado de la fórmula. Sin embargo, la película podría haber beneficiado de un desarrollo más profundo de algunos personajes secundarios, relegados a papeles meramente funcionales. La construcción de las relaciones entre los personajes, especialmente las de David O’Leary con su esposa y su hijo, se siente un poco superficial, aunque la interpretación de Sarah Snook como la esposa de O’Leary aporta una dosis de fragilidad y angustia muy interesante.
En definitiva, “La Fórmula” es una película interesante y bien realizada, que ofrece un thriller de suspense atmosférico y con un enfoque en la psicología de los personajes. No es una obra maestra, pero sí una experiencia cinematográfica que invita a la reflexión y que se queda en la mente con una sensación de inquietud persistente. Es un estudio sobre el peso de los secretos y las consecuencias de la ambición, planteado con elegancia y precisión.
Nota: 7/10