La gran huida (1984)

“La Gran Huida” (The Menu), la última creación de Mark Mylod, no es simplemente un thriller de terror psicológico, sino una disección implacable de la pretensión, la falsedad y el vacío existencial que puede esconderse tras el glamour y la sofisticación. Esta película, a pesar de su premisa aparentemente sencilla, explota la tensión como una bomba de relojería, entregando una experiencia visceral que se queda grabada en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan rodado. Mylod no busca apelar al miedo en el sentido tradicional; más bien, crea una atmósfera de incomodidad creciente, una sensación palpable de que algo terrible está a punto de ocurrir, y cuando finalmente lo hace, lo hace con un brutal impacto emocional.

El guion, adaptado de un cuento de Ruth Singrove, es inteligente y sutil. La dirección, en manos de Mylod, es precisa y elegante. Nunca se basa en el truco fácil, en la violencia gratuita. Cada plano, cada detalle, contribuye a la construcción de la tensión. La película se beneficia de un ritmo meticulosamente cuidado, ralentizando la acción en momentos cruciales para intensificar la sensación de anticipación, y acelerando la narrativa en aquellos momentos de explosión emocional. El uso del sonido es excepcional, un elemento clave para sumergir al espectador en el ambiente claustrofóbico del restaurante Hawthorne. Particularmente notorio es el manejo del silencio, roto solo por la música inquietante y las respiraciones aceleradas de los personajes, creando una tensión casi palpable. La idea de explorar la obsesión de un chef con su arte, y cómo esa obsesión puede consumir a un hombre, es sorprendentemente profunda. No es solo una comedia negra, sino una reflexión sobre el precio del éxito, el arte como venganza y la búsqueda de significado en un mundo consumido por la superficialidad.

Las actuaciones son, sencillamente, memorables. Ralph Fiennes, como el chef Julian Slowik, ofrece una interpretación magistral. Su personaje es un enigma, un hombre que ha perdido la pasión por la cocina, transformándola en un acto de venganza. Fiennes logra transmitir la complejidad del personaje, su genialidad, su rabia contenida y su profunda melancolía. Anya Taylor-Joy, como Margot, aporta una contrapunto perfecto a la frialdad y la intensidad de Slowik. Su personaje, una crítica implacable de la superficialidad del mundo de la alta cocina, es tanto vulnerable como sorprendentemente tenaz. El resto del elenco, especialmente Nicholas Hoult y Hong Chau, cumplen su papel con excelencia, contribuyendo a la credibilidad y el peso de la historia.

Sin embargo, la película no está exenta de ciertas debilidades. Aunque la atmósfera es excelente, el final, aunque impactante, puede sentirse un poco abrupto para algunos espectadores. Además, la caracterización de los comensales, aunque efectiva, a veces se siente un poco estereotipada. No obstante, estas pequeñas imperfecciones palidecen frente a la brillantez general de la película. “La Gran Huida” es unita experiencia cinematográfica que desafía al espectador a cuestionar sus propias prioridades y a reflexionar sobre el verdadero significado de la felicidad y el éxito. Es una película que no sólo entretiene, sino que también provoca y perdura en la mente.

Nota: 8.5/10