La guerra de los bombones (1988)

“La guerra de los bombones” no es, precisamente, una joya cinematográfica, pero sí una película que, con una ejecución modesta, logra arrancar cierta atención del espectador. El relato, aunque simple, aborda temas como el abuso de poder, la vulnerabilidad infantil y la corrupción institucional, elementos que, de haber sido tratados con mayor matiz y profundidad, podrían haber dado lugar a una obra mucho más resonante. La historia se centra en Jerry, un chico recién huérfano que se ve inmerso en un ambiente escolar distópico donde el miedo y la opresión se manifiestan a través de una cruel dinámica de poder.

La dirección de James Chen es funcional, cumpliendo con su tarea de mantener la trama en movimiento y generar una atmósfera de inquietud palpable. Sin embargo, carece de un estilo propio y, en ocasiones, se le echa en falta una mayor audacia visual para realzar la sensación de amenaza que permea la película. La fotografía, aunque decente, no aporta elementos distintivos que la diferencien de otros dramas adolescentes ambientados en institutos. Chen se centra en lo esencial, pero no logra crear imágenes memorables o que sirvan para expresar la angustia de los personajes.

El elenco juvenil ofrece actuaciones sólidas. Ethan Slater, como Jerry, transmite de forma convincente el dolor, la confusión y la creciente valentía del protagonista. Su personaje evoluciona a lo largo de la película, mostrando el paso de la inacción a la determinación, lo cual es fundamental para el desarrollo de la historia. Sin embargo, la interpretación de Archie, interpretado por Sam Worthington, resulta algo plana. El personaje, crucial para el conflicto central, no explora suficientemente la complejidad de su maldad, reduciéndola a una caricatura de villano sin profundidad psicológica. Hay un margen de mejora en la caracterización de los secundarios, especialmente en aquellos que compiten por el favor de Padre León.

El guion es, en última instancia, el punto más débil de la película. Si bien la premisa – la venta de bombones como pretexto para una manipulación a gran escala – es interesante, la ejecución es torpe. Los diálogos a menudo son artificiales y la trama, aunque presenta un conflicto central claro, se ve afectada por un ritmo desigual y por la falta de desarrollo de algunos personajes. Las escenas de tensión, aunque presentes, no llegan a ser suficientemente impactantes debido a una predicibilidad recurrente y a la ausencia de un elemento de sorpresa genuino. La resolución final, aunque satisfactoria en su forma más básica, siente un poco forzada y carece de la fuerza dramática que la película anhela.

En definitiva, “La guerra de los bombones” es un entretenimiento ligero, pero sin grandes pretensiones. Es una historia que toca temas relevantes, pero que no logra alcanzar su potencial debido a sus deficiencias en la dirección y en el guion. No es una mala película, pero tampoco es una gran película. Es simplemente... olvidable.

Nota: 6/10