“La guerra del planeta de los simios” es, en última instancia, una película que confirma el camino trazado por sus predecesoras, pero con un peso emocional considerablemente mayor. Tras la cautivadora ambigüedad moral de “Origen” y la acción frenética de “Reencuentro”, esta tercera entrega se adentra en el territorio del drama existencial, elevando el conflicto bélico a un nivel de reflexión sobre la naturaleza humana, o en este caso, la simia. Dirigida por Jeff Nichols, la película no busca la espectacularidad visual grandilocuente, sino que se centra en el costo brutal de la guerra, tanto físico como emocional, para aquellos que la sufren. Nichols consigue un ritmo pausado pero efectivo, que permite desarrollar la tensión con un control admirable y evita caer en la simpleidad de una confrontación directa.
La película se centra en César, interpretado magistralmente por Andy Serkis, quien continúa superando las expectativas en la recreación de un personaje simio complejo y profundamente atormentado. Serkis logra transmitir una gama de emociones, desde la ira visceral hasta la desesperación y el anhelo de paz, con una sutileza que le otorga una humanidad sorprendente. Sin embargo, la película no se limita a la actuación de Serkis; el reparto de apoyo, encabezado por un Steve Zahn convincente como un soldado atormentado por sus acciones, contribuye a la riqueza del universo narrativo. La actuación de Zahn, en particular, proporciona momentos de genuina empatía, demostrando que incluso en el espectro de la guerra, la humanidad puede persistir.
El guion, coescrito por Jeff Nichols y Simon Kinberg, se destaca por su honestidad brutal. No hay héroes ni villanos absolutos; solo personajes atrapados en un ciclo de violencia que parece inescapable. La película explora temas como el trauma de guerra, la pérdida de la inocencia y las consecuencias imprevistas de la búsqueda de venganza. Si bien la trama principal – la confrontación entre César y el Coronel, interpretado con frialdad implacable por Aaron Pease – es inevitable, la película se distingue por su capacidad para profundizar en las motivaciones y los dilemas morales de cada personaje. La construcción del conflicto no es un simple choque de armas, sino una batalla por la supervivencia y, en última instancia, por la posibilidad de un futuro mejor. Es una lucha por definir qué significa ser “civilizado” en un mundo devastado por la violencia.
A pesar de su enfoque emocional y su ritmo deliberado, “La guerra del planeta de los simios” mantiene un fuerte componente de acción, aunque ésta se presenta de una manera más contenida y táctica que en las entregas anteriores. La coreografía de las peleas es inteligente y brutal, centrada en la estrategia y el uso del entorno, en lugar de en la exhibición de fuerza bruta. Este enfoque subraya el argumento central de la película: la guerra no se gana solo con poder, sino con inteligencia y determinación. La banda sonora, minimalista y evocadora, complementa la atmósfera opresiva y refleja el estado emocional de los personajes.
Nota: 8/10