La habitación (2015)

“La Habitación” (Room) es, en esencia, una historia de supervivencia, pero también una exploración visceral del amor materno y la capacidad del espíritu humano para encontrar significado incluso en las circunstancias más desesperadas. Desde el principio, la película nos introduce a Jack, un niño de cinco años que no conoce nada más que su pequeño universo: la habitación. Esta confinación, creada por las circunstancias brutales de su secuestro y cautiverio, no es un simple escenario, sino el lienzo sobre el que se pinta la totalidad de su mundo, y lo hace con una precisión fotográfica y una atención al detalle que son realmente asombrosas.

La dirección de Lenny Abrahamson es, en su mayoría, sutil y paciente. No recurre a la grandilocuencia o a los clichés del género thriller. El ritmo es deliberadamente lento, permitiendo que la audiencia se sumerga en la desorientación y el miedo de Jack, y que sienta la creciente inquietud de su madre, Joy. Abrahamson utiliza con maestría la cámara baja, la iluminación natural y los planos cerrados para transmitir la claustrofobia y el aislamiento de la habitación, mientras que el exterior, cuando finalmente lo vemos, se presenta como un lugar de belleza y maravilla que enfatiza aún más el horror del confinamiento.

El núcleo de la película reside en las actuaciones de Brie Larson y Jacob Tremblay. Larson ofrece una interpretación absolutamente convincente como Joy, una mujer desorientada por el trauma, pero que, a pesar de su desesperación, mantiene una tenacidad admirable y una fuerza interior sorprendente. Su evolución a lo largo de la película es conmovedora y creíble. Tremblay, en su primer papel importante, es igualmente excepcional. Captura la inocencia, la curiosidad y el miedo de Jack con una naturalidad y una profundidad que desafían su edad. La dinámica entre ambos es la columna vertebral de la película, y su relación, basada en el amor incondicional y la búsqueda constante de respuestas, es el corazón de la historia. La química entre los dos actores es innegable, llevando la historia a su clímax con una intensidad emotiva palpabilă.

El guion, adaptado de la novela homónima de Emma Donoghue, es inteligente y delicado. Evita caer en melodramas fáciles, optando por un enfoque realista y cautivador. La forma en que se construye la habitación, no solo física sino también simbólicamente, como un microcosmos de la vida, es brillante. La película se adentra en la psicología del trauma, explorando cómo el secuestro y la cautiverio afectan la percepción del tiempo, la memoria y la identidad. La pieza central del guion, la forma en que Joy le enseña a Jack a leer y escribir, para que pueda escapar, es un acto de resistencia silencioso y poderoso. La película no busca soluciones fáciles o finales felices tradicionales; en cambio, se centra en el poder del amor, la imaginación y la voluntad de sobrevivir. La complejidad de la situación, incluyendo los dilemas morales que presenta, están meticulosamente presentados, lo que la convierte en una experiencia cinematográfica muy gratificante.

Nota: 9/10