“La Hora Señalada” (Mark Frost, 2014) no es solo una película de misterio; es una disección del miedo a lo desconocido, la culpa y la persistencia de eventos inexplicables. Se trata de una película que te aferra desde el inicio y no te suelta hasta sus últimas secuencias, aunque esa persistencia a veces oscile entre la inquietante tensión y la ligera sensación de que la trama se estira demasiado. La película, con un guiño inteligente al thriller de suspense de los años 70, se centra en Walter Velasquez (Bryan Cranston), un controlador aéreo que, tras un incidente aparente de error, se ve catapultado a una investigación que revela una red de circunstancias y posibles conexiones con el pasado.
Bryan Cranston ofrece una interpretación magistral. Demuestra una habilidad increíble para transmitir la gradual erosión de la cordura de Walter, a medida que la incertidumbre y la paranoia lo consumen. No es un giro sobre la actuación de "Breaking Bad", sino una transformación sutil pero efectiva. La carga emocional de Walter es palpable, y Cranston logra comunicar su angustia, su miedo y su creciente convicción de que algo más profundo está en juego. El resto del reparto, liderado por Rebecca McAdams como la enigmática Kate, también cumple con creces. McAdams aporta una complejidad inesperada al personaje, y la química entre ambos actores es uno de los puntos fuertes de la película, alimentando el misterio de forma natural y constante.
La dirección de Mark Frost es elegante y precisa. Se centra en la atmósfera, utilizando la iluminación, la música y la composición de los planos para generar un ambiente de tensión constante. La película es consciente de su propio suspense, sabiéndose jugar con las expectativas del espectador. El ritmo, en general, es pausado, permitiendo que los elementos de suspense se acumulen lentamente, lo que crea una atmósfera opresiva y perturbadora. No se apura en resolver el enigma central, prefiriendo, como ya he dicho, la constancia en la creación de incertidumbre. Sin embargo, a veces esa lentitud se vuelve un poco cansina, y algunos giros argumentales, aunque intrigantes, podrían haberse desarrollado con más profundidad. La banda sonora, minimalista y efectiva, se entrelaza perfectamente con la narrativa, acentuando la sensación de alerta y la atmósfera inquietante.
El guion, basado en un relato de Mark Frost, es una fortaleza. La trama está bien construida, con elementos de ciencia ficción que se integran con maestría en el drama psicológico. El concepto de la “luz” –la anómala luz que provoca la colisión– es original y permite explorar temas como el determinismo, el libre albedrío y la idea de que nuestro pasado puede influir en nuestro presente, de manera, quizá, irónica. La película no ofrece respuestas fáciles; en lugar de eso, presenta una serie de preguntas y deja al espectador con la sensación de que la verdad es mucho más compleja y sombría de lo que aparenta. La película juega con la ambigüedad, dejando deliberadamente varios puntos en la nebulosa del misterio, lo que, en última instancia, resulta en una experiencia cinematográfica inquietante y memorable.
Nota: 7.5/10