La hoz y el Martínez (1985)

“La Hoz y el Martínez” es una película que, a primera vista, podría parecer un ejercicio de homenaje al cine de espías de los años 60. Sin embargo, tras una visión más profunda, se revela como una comedia negra sorprendentemente inteligente y con una carga de crítica social palpable. Lo que podría haber sido una simple parodia, se convierte en una reflexión sobre la fragilidad de la paz, la ineptitud del poder y la banalidad de la crisis internacional.

La dirección de José Franco es impecable en el manejo del suspense y el humor. A pesar de la temática, que podría resultar pesada, la película mantiene un ritmo ágil y una atmósfera desenfadada. Franco aprovecha al máximo el entorno de Madrid en el 68, con una fotografía que evoca la España de aquella época, llena de contrastes entre la opulencia de las negociaciones y la realidad de las calles. Se nota una dirección que sabe jugar con la cámara y la música para crear momentos memorables, como la secuencia del atentado, que es visualmente impactante y tremendamente exagerada, contribuyendo de forma efectiva al tono cómico de la película.

El reparto es, en general, excelente. Luis Muñoz Celmeño, como el embajador de EE.UU., ofrece una actuación sutil y, a veces, torpe, con un toque de ironía que es fundamental para el desarrollo de la trama. Pero el corazón de la película reside en la interpretación de Fernando Mollinedo como Juan, el fontanero. Mollinedo encarna la inocencia y la incredulidad de un hombre común que se ve arrastrado a un drama de proporciones internacionales. Su química con otros actores, especialmente con Blanca Borensztein, quien interpreta a la traductora, es genuina y fundamental para el éxito de la película.

El guion, adaptado de la obra teatral de José Luis López Talledo, es lo que realmente eleva “La Hoz y el Martínez”. Es un guion inteligente, lleno de diálogos ingeniosos y situaciones absurdas. La película no rehuye la crítica a la diplomacia, mostrando las contradicciones y la hipocresía de los políticos y diplomáticos. La trama, aunque aparentemente sencilla, se complica a medida que avanza, introduciendo elementos inesperados y giros argumentales que mantienen al espectador enganchado. El uso de la metáfora de la "hoz" y el "martínez" es particularmente efectivo, simbolizando la lucha entre la diplomacia y la violencia.

La película no es perfecta. Algunos diálogos, en ocasiones, pueden resultar un poco recelosos y la comedia se inclina por momentos excesivamente caricaturescos. Sin embargo, estos pequeños defectos no impiden que “La Hoz y el Martínez” sea una obra memorable que ofrece un fresco divertido e inteligente sobre un momento crucial de la historia de España. Es una película que invita a la reflexión, más allá de su valor cómico.

Nota: 8/10