La huella (2007)

“La Huella” (The Holiday, 2023) no es una revolución, ni siquiera un resurgimiento significativo. Es una re-interpretación, una curiosa pastilla que recicla un clásico con un toque moderno y, lo confieso, un propósito quizás más sentimental que artístico. La película de Joseph L. Mankiewicz de 1972, con Lawrence Olivier y Michael Caine en los papeles principales, siempre ha tenido un aura especial, una mezcla de elegancia, ingenio y una profunda reflexión sobre la vanidad y la búsqueda de la conexión humana. Esta nueva versión, con Jude Law y Michael Caine intercambiando los roles que compartieron medio siglo atrás, se enfrenta a un desafío monumental: no solo rehacer un retrato icónico, sino también superarlo.

La dirección de Calamity Jane Brady (John Crowley) es competente, pero carente de la audacia y la sutil maestría que caracterizaron a Mankiewicz. Brady se centra en la estructura del juego, en la mecánica de la competición, dejando que la atmósfera dramática y la complejidad emocional se diluyan en una sucesión de escenas que, aunque visualmente agradables, no logran realmente transmitir el peso de las decisiones morales de los personajes. La banda sonora, aunque efectiva en algunos momentos, termina por ser repetitiva y, en ocasiones, estridente, interfiriendo con la sutileza que el filme necesita.

Las actuaciones son, sin embargo, uno de los puntos fuertes de la película. Jude Law, con su habitual carisma y versatilidad, logra dar vida a un Arthur Miller (el papel de Caine) con una mezcla de arrogancia, vulnerabilidad y desesperación. Sin embargo, su interpretación se siente, a veces, superficial, como si no profundizara lo suficiente en las dudas y el conflicto interno del personaje. Michael Caine, por el contrario, recupera la imagen del viejo casanova, el maestro del engaño y la seducción, con una elegancia que solo un actor de su calibre puede ostentar. Su Arthur Miller es una encarnación vivaz de la ambición, el placer y la melancolía. La química entre ambos actores es palpable, y sus diálogos, especialmente en las escenas más tensas, son memorables.

El guion, adaptado por Paul Haggis, parece haber simplificado la esencia de la película original, concentrándose más en la trama del juego que en la exploración de las relaciones humanas. Si bien la premisa de la competición intelectual es interesante, la película no se detiene lo suficiente en las consecuencias psicológicas del engaño y la manipulación. La resolución final, aunque satisfactoria, carece del impacto emocional y la complejidad moral que se esperaría de una adaptación de este calibre. La película se contenta con ofrecer un desenlace rápido y ligero, perdiendo así la oportunidad de reflexionar sobre la naturaleza humana y la búsqueda de la felicidad. En definitiva, "La Huella" es un entretenimiento agradable, pero lejos de ser un clásico para la posteridad.

Nota: 6/10