“La isla de Nim” (2014), de Shia LaBeouf, no es una película que se deja fácil. No es un bombazo espectacular ni una historia con giros vertiginosos, pero sí es una experiencia cinematográfica notablemente inquietante y pensativa, un ejercicio de paciencia que recompensa a aquellos dispuestos a sumergirse en su atmósfera claustrofóbica. La película nos sumerge en el aislamiento absoluto de Nim, una niña en una isla remota y aparentemente olvidada por el mundo. La ausencia de su padre, Jack, y la llegada de la escritora Fiona, catalizan un viaje emocional y psicológico que, a pesar de su aparente simplicidad, es sorprendentemente profundo.
La dirección de Jeremy Davies es sutil, pero efectiva. Se centra en el retrato de Nim (Astrid Bergès-Bø) como un personaje en constante evolución, su mirada intensa y sus gestos, a menudo incomprendidos, son la clave para entender su mundo. Davies no recurre a grandes artificios visuales, sino que utiliza los recursos del paisaje, la luz natural y la ausencia de un sonido envolvente para crear una sensación constante de vulnerabilidad y desconexión. El ritmo pausado, deliberadamente lento, obliga al espectador a sentirse como Nim, a observar y a interpretar las pequeñas acciones y miradas del personaje. Este ritmo, sin embargo, podría resultar tedioso para algunos espectadores que busquen una trama más convencional.
Astrid Bergès-Bø ofrece una actuación magistral. Su interpretación de Nim es, sin duda, el corazón de la película. Transmite una mezcla de inocencia, rebeldía y una profunda soledad que es desgarradora. Logra que el espectador empatice plenamente con su personaje y comprenda sus motivaciones, incluso cuando sus acciones parecen ilógicas o perturbadoras. El resto del reparto, aunque limitado, cumple su cometido, con una Serena Wu como Fiona aportando un aire de profesionalismo y cierto misterio. Sin embargo, el foco siempre está en la interpretación de Bergès-Bø.
El guion, escrito por Jérémie Gédéon y Shia LaBeouf, se basa en un concepto original e intrigante. La relación entre Nim y su padre, y la dinámica que se establece cuando la escritora llega a la isla, generan una serie de preguntas sobre la identidad, la memoria y la naturaleza de la realidad. La película no ofrece respuestas fáciles; en cambio, plantea una reflexión sobre la importancia de las historias y el poder del lenguaje. La forma en que la escritura de Fiona se conecta con el pasado de Nim, y la manera en que estas conexiones revelan fragmentos de su memoria, es particularmente fascinante. No obstante, es probable que algunos encuentren la ambigüedad del final ligeramente frustrante.
En definitiva, “La isla de Nim” es una película que requiere una inversión de tiempo y atención. No es un entretenimiento fácil, pero sí es una experiencia cinematográfica valiosa que provoca la reflexión y que, sobre todo, deja una huella duradera. Es una obra de arte independiente que demuestra que la sutileza y la introspección pueden ser tan poderosas como la acción y el espectáculo.
Nota: 7/10