La joven del agua (2006)

“La joven del agua” (The Shape of Water) es una película de Guillermo del Toro que se presenta como una fábula moderna y una reivindicación de la marginalidad, envuelta en una estética visualmente deslumbrante y una atmósfera onírica. Del Toro, conocido por su maestría en la creación de mundos fantásticos, nos entrega una historia de amor y aventura que, aunque previsible en algunos aspectos, cautiva por su originalidad y su enfoque en personajes que a menudo se encuentran al margen de la sociedad.

La dirección de Del Toro es impecable, y su uso del color y la luz, particularmente en las escenas submarinas, es absolutamente hipnótico. Las imágenes de la chica, Elisa, en el agua son de una belleza estriparte, realzando la sensación de que estamos observando un mundo paralelo. La banda sonora, compuesta por Alexandre Desplat, complementa perfectamente la atmósfera, evocando a la vez la melancolía y la esperanza. Sin embargo, la película no se limita a ser un festín visual. Del Toro se atreve a explorar temas complejos como la discriminación, la soledad y la búsqueda de identidad. La relación entre Elisa, una mujer muda, y Michael, un buzo interpretado por Richard Jenkins, es el corazón de la película y se construye con una sensibilidad conmovedora. Jenkins ofrece una actuación magistral, interpretando un hombre taciturno y atormentado con una profundidad que supera con creces la mera caricatura de "el tipo raro".

El guion, adaptado de un relato corto de Laura Lippman, presenta algunas lagunas. Si bien la premisa de la narf como mensajera de un mundo diferente es intrigante, la narrativa avanza a veces de manera algo predecible. La trama, aunque bien construida, carece de la sutileza que caracteriza a las mejores películas de Del Toro. El desarrollo del villano, el Dr. Robert Hoffstetler (Doug Jones), es algo plano y su motivación, aunque lógica, no es particularmente impactante. Sin embargo, la película compensa estas deficiencias con un final agridulce que invita a la reflexión y con una fuerte declaración de valores. El guion no asume que el espectador necesita entender la ciencia detrás de la existencia de la narf; se enfoca en las emociones y en la conexión entre los personajes.

La interpretación de Sally Hawkins como Elisa es, sin duda, la joya de la corona. Hawkins logra transmitir la complejidad de un personaje que, debido a su mutismo, debe comunicarse a través de gestos, dibujos y la inmensa fuerza de su corazón. Su vulnerabilidad y su determinación son palpables, y la audiencia se conecta profundamente con ella. El uso de la lengua de señas, aunque no excesivo, es crucial para comprender su mundo y su forma de interactuar con los demás, lo que enriquece la experiencia cinematográfica. Finalmente, la película es un canto a la belleza de lo diferente y a la importancia de la empatía y la aceptación.

Nota: 8/10