La juventud (2015)

“La juventud” (Youth) de Paolo Sorrentino es, en esencia, una meditación sobre el tiempo, la memoria y la inevitable búsqueda de la trascendencia en el arte. La película no es un melodrama convencional, sino una experiencia visual y sonora inmersiva que utiliza la belleza y la tristeza para explorar la fragilidad de la existencia y la dificultad de aferrarse a los recuerdos. Sorrentino nos presenta a Fred Ballinger (Michael Caine), un director de orquesta retirado, y a su círculo íntimo: la joven y ambiciosa Lena (Miriam Bale), su hija, y Mick (Jamie Dornan), un director de cine en crisis creativa. La historia se desarrolla en un hotel de lujo en los Alpes suizos, donde ambos se encuentran durante unas vacaciones, y trasciende rápidamente la mera trama de un concierto para la reina.

Sorrentino, como es habitual en su obra, despliega una fotografía deslumbrante. La belleza natural de los Alpes se funde con la lujosa atmósfera del hotel, creando un espacio de contemplación y decadencia. La paleta de colores es rica y opulenta, con una notable atención al detalle que evoca tanto la nostalgia como la tristeza. El uso del color, en particular el azul, adquiere un significado recurrente, simbolizando la memoria, la soledad y el paso del tiempo. La cinematografía es meticulosa y extravagante, y cada plano parece diseñado para provocar una respuesta estética. Sin embargo, a veces este énfasis en la estética puede sentirse un poco calculado, incluso artificioso.

La dirección de arte y la cinematografía son, sin duda, los puntos fuertes de la película. Pero la verdadera fuerza de “La juventud” reside en las actuaciones. Michael Caine, en un papel que parece estar a su medida, ofrece una interpretación magistral, transmitiendo la melancolía y la sabiduría de un hombre que ha visto pasar muchas vidas. Su Fred es un personaje complejo, atormentado por sus errores y anhelos. Jamie Dornan, por otro lado, interpreta a Mick con una vulnerabilidad que contrasta con su apariencia. Aunque su personaje es menos desarrollado que el de Fred, Dornan aporta una cierta autenticidad a la representación de un artista en crisis. Miriam Bale, en el papel de Lena, no alcanza la misma profundidad que sus compañeros, pero su interpretación es convincente y transmite la frustración de una generación atrapada entre el pasado y el futuro.

El guion, aunque a veces indulgente en su ritmo pausado, es lo que menos me convenció de la película. Si bien la ambientación y la atmósfera son muy potentes, la trama, centrada en el concierto, parece un pretexto para la introspección de los personajes. Aunque las conversaciones son inteligentes y reveladoras, la historia en sí misma no ofrece mucha sorpresa o emoción. A pesar de ello, la película logra construir una atmósfera de melancolía y la reflexión sobre la existencia humana. Sorrentino no intenta ofrecer respuestas fáciles; la película deja al espectador con más preguntas que soluciones.

Nota: 7/10