La Lámpara (1987)

“La Lámpara” es una película que, en principio, promete una experiencia de terror psicológico inquietante y, en gran medida, cumple esa promesa, aunque no sin ciertas trabas. Dirigida por Ben Wheatley, conocida por su aproximación a géneros como el western y el thriller, la película se sitúa dentro del subgénero “folk horror”, pero con un giro peculiar que la distingue de otros ejemplos del género. La atmósfera, desde el principio, es opresiva, gracias a la fotografía de James Friend, que aprovecha las luces y sombras del museo para crear un ambiente de constante amenaza. La iluminación es un elemento clave, jugando con la sensación de claustrofobia y la vulnerabilidad de los personajes.

La trama se desarrolla en un museo de historia natural, un lugar aparentemente neutral pero que pronto se revela como un espacio cargado de secretos y con una historia oscura. La llegada de la lámpara, un artefacto de origen iraquí y aparentemente milenario, actúa como catalizador de una serie de eventos sobrenaturales y perturbadores. Wheatley no rehúye de la ambigüedad; nunca se explica del todo el origen de la maldición o el propósito de la lámpara. Esto, si bien puede resultar frustrante para algunos espectadores, añade una capa de complejidad y abre la puerta a interpretaciones más personales. La película se centra en la experiencia de los personajes, más que en un desarrollo narrativo lineal. Observamos su creciente paranoia, sus reacciones de terror y la gradual erosión de su cordura mientras intentan comprender lo que les está sucediendo.

Las actuaciones son sólidas, especialmente la de Nicholas Hoult, quien interpreta a Sam, el joven afectado por la lámpara. Su interpretación es convincente, transmitiendo el miedo, la confusión y la desesperación de un personaje que se enfrenta a lo inexplicable. El resto del elenco – Rebecca Hall, Ferdinando Leto, Ellie Kendrick – también cumple su cometido, contribuyendo a la sensación general de inquietud. Sin embargo, algunos diálogos resultan un poco forzados y poco naturales, lo que a veces resta credibilidad a la situación. La dirección de Wheatley es, en general, muy buena, manejando el ritmo y la tensión con maestría, aunque en ciertos momentos la película parece desatender el desarrollo de los personajes individuales para centrarse más en la atmósfera y los efectos visuales.

El guion, aunque intrincado en algunos aspectos, podría haber sido más pulido. La idea central es interesante, pero la ejecución a veces se ve afectada por la sobrecarga de elementos y la falta de profundidad en algunos personajes secundarios. La película se inclina por el horror psicológico más que por el gore, pero algunos toques visuales, aunque efectivos, pueden resultar excesivos y detractores de la experiencia. No obstante, la película consigue crear una atmósfera que permanece con el espectador mucho después de que termina la proyección. La banda sonora, opresiva y perturbadora, también juega un papel fundamental en el resultado final. En definitiva, "La Lámpara" es una película que, a pesar de sus fallas, merece la pena ser vista por los amantes del terror que buscan algo diferente y que no se limita a los clichés del género.

Nota: 7/10