La lengua de las mariposas (1999)

“La lengua de las mariposas” (1936) es, con permiso de algunas otras películas de la época, una de las películas españolas más conmovedoras y, a su vez, trágicas que he tenido el placer de ver. Más allá de su valor histórico como representación de un momento crucial en la historia de España, la película posee una belleza y una fragilidad que la convierten en una experiencia cinematográfica inolvidable. Dirigida con maestría por Florián Rey, la cinta se erige como un pequeño universo en sí misma, atrapando al espectador en la inocencia y la vulnerabilidad de sus personajes.

La dirección de Rey es, sobre todo, una reflexión sobre la pérdida. No se limita a contar la historia de un niño y su maestro; visualiza el lento desmoronamiento de un mundo a punto de sumergirse en la guerra. Cada plano, cada puesta en escena, evoca una atmósfera de melancolía y presagio. El uso de la luz, particularmente en las escenas que transcurren en la escuela, es particularmente efectivo, creando una sensación de luminosidad casi irreal, que contrasta brutalmente con el horror que se avecina. Es una película que no se basa en el melodrama barato, sino que logra transmitir la angustia y la incertidumbre a través de la sutileza visual. Además, la película aprovecha al máximo el entorno gallego, utilizando la naturaleza como un reflejo del alma de los personajes, y a menudo, como una metáfora de sus destinos.

Las actuaciones son, en su mayoría, excepcionales. Fernando Fernán-Gómez, en el papel del maestro, aporta una inmensa humanidad y una cierta dignidad al personaje. No es un maestro idealizado, sino un hombre de ciencia con su propio sistema de aprendizaje, un hombre que se aferra a sus convicciones incluso cuando se enfrentan a la inminente destrucción. Su interpretación es sutil pero poderosa, transmitiendo la decepción y la desesperación de un hombre que sabe que su mundo está llegando a su fin. Pero el verdadero corazón de la película reside en la interpretación de Emilio Valdez como Moncho. Su mirada inocente y su creciente comprensión del mundo que le rodea son palpables. Valdez logra capturar la vulnerabilidad y la curiosidad de un niño que no comprende la malevolencia humana, que todavía cree en la bondad del mundo, y que se enfrenta a una realidad mucho más brutal de lo que puede asimilar.

El guion, adaptado de la novela de Dámaso Alonso, es uno de los pilares fundamentales de la película. No se centra en la acción, sino en la exploración de la relación entre el maestro y el alumno, y en el impacto del contexto social y político en la vida de un niño. La constante referencia a la lengua de las mariposas, como una espiral perfecta, se convierte en un símbolo del conocimiento y de la belleza, un intento de encontrar orden en un mundo caótico. La película plantea preguntas sobre la educación, la moral y la responsabilidad, invitando al espectador a reflexionar sobre el significado de la vida y la importancia de la inocencia. Aunque el final es inevitablemente trágico, no lo hace de forma gratuita; es el resultado lógico de las circunstancias que se presentan a lo largo de la película.

Nota: 9/10