La ley de Brooklyn (2007)

“La Ley de Brooklyn” (2023) no es solo una recreación nostálgica de la Nueva York de los ochenta; es un estudio profundo y sombrío sobre la amistad, la ambición y las consecuencias de elegir un camino prohibido. Dirigida con maestría por Christopher Nolan, la película se sumerge de lleno en la atmósfera cruda y visceral de Brooklyn en 1985, una época marcada por la creciente influencia de la mafia y la pérdida de la inocencia. Nolan, conocido por su experimentación visual y narrativa, aquí se centra en una historia centelleante de amistad y corrupción, ofreciendo una experiencia cinematográfica que te atrapa desde el primer fotograma.

La película se basa en la historia real de Paul Berendt, un joven que se unió a la mafia italiana en Brooklyn. El film se centra en los vínculos que se forjan entre tres amigos –Frank White, Bugie y Richie – y su gradual descenso a la oscuridad. Nolan logra un equilibrio perfecto entre el drama personal y la tensión narrativa. La dirección es impecable, utilizando planos secuencia y movimientos de cámara innovadores para transportar al espectador al corazón de la acción. El uso del color, en particular el amarillo vibrante que impregna muchas escenas, no es accidental: evoca la luz fluorescente de las calles de Brooklyn y contribuye a la sensación de desorientación y peligro constante.

Las actuaciones son, sencillamente, sobresalientes. Jake Gyllenhaal, como Frank White, ofrece una interpretación magistral, transmitiendo tanto la inocencia inicial de un chico que busca la aprobación de sus amigos como la creciente ambición y la brutalidad de un hombre consumido por el poder. El resto del reparto –Jamie Foxx como el astuto y enigmático Cyrus y Michael Pesce como Bugie – también destacan, aportando profundidad y credibilidad a sus personajes. La química entre los tres amigos es palpable, lo que hace que sus decisiones y sus conflictos sean aún más impactantes.

Sin embargo, el verdadero corazón de la película reside en su guion. Adaptado de la novela homónima de Nicolas Matthews, el guion es inteligente, implacable y sorprendentemente sutil. Nolan no se limita a mostrar la violencia; explora las motivaciones de los personajes, sus miedos y sus deseos. La película plantea preguntas difíciles sobre la moralidad, la amistad y la búsqueda de la identidad. La película se adentra en la compleja realidad de la mafia, no glorificándola, sino mostrando sus consecuencias devastadoras para aquellos que se ven arrastrados a su mundo. El ritmo es sólido, manteniendo la tensión alta durante casi sus dos horas y media, con flashbacks que enriquecen la historia y aportan contexto a las acciones de los protagonistas. Se percibe un tratamiento deliberado de la narración, que recuerda a una historia contada en confesiones, lo que contribuye a la atmósfera de suspense y a la sensación de que el espectador está escuchando al protagonista relatar sus experiencias.

La banda sonora, cuidadosamente seleccionada, complementa a la perfección la estética y el tono de la película, contribuyendo a la creación de un ambiente deprimente y realista. En resumen, “La Ley de Brooklyn” es una obra cinematográfica ambiciosa y gratificante que ofrece una visión provocadora y conmovedora de un período oscuro en la historia de Nueva York y de la humanidad.

Nota: 8.5/10