“La ley de Herodes” no es una película que deje indiferente. Es una obra visceral que se instala en la mente del espectador, recordándonos constantemente la fragilidad de la justicia, la corrupción sistemática y el poder corruptor de la ambición. Dirigida con maestría por Rodrigo Santibañez, la película construye un atmósfera de creciente paranoia y desesperación en la pequeña localidad de San Pedro de los Saguaros, un lugar aparentemente anodino que se revela como un hervidero de secretos y traiciones. La película se presenta como un estudio de personajes inquietante, centrado en la transformación de Juan Vargas, interpretado con una naturalidad y complejidad asombrosa por Gael García Bernal. Su ascenso meteórico a la alcaldía, de simple basurero a figura política, es el motor que impulsa la trama, pero también el punto de inflexión en la moralidad del protagonista. La evolución de Vargas no es un camino lineal de redención, sino una lenta y dolorosa descentralización, un proceso que se ve inevitable dada la situación a la que se enfrenta.
Santibañez logra un trabajo impecable en la dirección, utilizando la fotografía de Raúl Sánchez en su máxima expresión. La luz y la sombra se convierten en símbolos de la moralidad y la corrupción. Los paisajes áridos y vastos de Sonora, con su desolación y silencio, reflejan el aislamiento y la soledad de los habitantes de San Pedro de los Saguaros, y la sensación opresiva que se va construyendo. La banda sonora, compuesta por Eduardo Valerio, es fundamental para este efecto, con melodías que a veces evocan la inocencia perdida, otras, el peligro inminente. La película no busca grandilocuencias ni efectos especiales; su fuerza reside en la sutileza y el realismo. El guion, coescrito por Santibañez y Nicolás Ungaretti, es, sin duda, el corazón de la película. Evita simplismos y ofrece un retrato crujiente y matizado de la política mexicana, mostrando cómo la corrupción puede infiltrarse hasta en los lugares más remotos. No se trata solo de un alcalde corrupto, sino de un sistema que fomenta y perpetúa esa corrupción. La película explora las razones detrás de la violencia y la desesperación, mostrando cómo la falta de oportunidades y la ausencia de justicia son caldo de cultivo para la miseria y la deshonestidad.
Las actuaciones son, en su mayoría, sobresalientes. Gael García Bernal ofrece una actuación magistral, mostrando el conflicto interno del personaje de manera convincente y desgarradora. El resto del elenco complementa a la perfección, con interpretaciones sólidas de actores como Jorge García, Juan Carlos Valdivia y Pepe López Velarde. Sin embargo, es la mirada de García Bernal la que realmente te atrapa, transmitiendo la angustia y la incertidumbre de un hombre atrapado en una red de mentiras y manipulación. La película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones mágicas; se limita a mostrar las consecuencias de la corrupción y la fragilidad de la justicia. Es una película que invita a la reflexión y a la discusión, dejando una profunda sensación de inquietud y desasosiego. La película, aunque dura, no es gratuita; tiene un propósito y deja la impresión de que ha hecho bien su trabajo.
Nota: 8/10