La ley del mercado (2015)

“La ley del mercado” es una película que, lejos de ofrecer un entretenimiento ligero, se instala en la mente como un escalofrío persistente. Dirigida por Arte Pietroburgo, la película no es una narración grandilocuente, sino un estudio de personaje sutil pero devastador, un retrato de la desesperación y la gradual erosión de la ética. La historia de Thierry, interpretado con una profundidad impresionante por un Matthias Schoenaerts, es una lente a través de la cual se examina la lucha existencial del hombre común ante la presión de la supervivencia en un sistema despiadado.

Schoenaerts ofrece una actuación que supera con creces las expectativas. No se trata de una interpretación llamativa, sino de una representación magistral de la lenta y dolorosa disolución de la moralidad. Su Thierry es un hombre que se enfrenta a una realidad brutal: la precariedad laboral ha llegado a tal punto que se ve obligado a ceder a compromisos que lo repugnan profundamente. La mirada en sus ojos, a menudo vacía pero a veces llena de una desesperación contenida, comunica más que cualquier diálogo. La sutileza de la actuación es precisamente lo que la hace tan impactante. Observamos su transformación, no a través de grandes cambios dramáticos, sino a través de pequeños gestos, miradas fugaces, y la gradual aceptación de situaciones cada vez más comprometedoras.

La dirección de Pietroburgo es deliberadamente minimalista. La película no se apoya en efectos especiales ni en una trama compleja. La cámara se mantiene a menudo alejada, observando a Thierry en su entorno, reflejando así la soledad y la incomprensión que siente. La ambientación, que evoca una atmósfera de desolación urbana, es fundamental para la construcción del tono general. La música, discreta pero efectiva, acentúa la sensación de vacío y la creciente desesperación del protagonista. Sin embargo, este minimalismo también podría interpretarse como algo frío, a veces le falta un toque de humanidad que le diera al espectador un vínculo más directo con el protagonista.

El guion, coescrito por Pietroburgo y Carlo Sgrecci, es, en su mayor parte, impecable. La historia se desarrolla con una lentitud que, aunque puede resultar tediosa para algunos, es necesaria para transmitir la magnitud del dilema moral que enfrenta Thierry. La película no busca ofrecer respuestas fáciles ni soluciones mágicas. En cambio, se limita a plantear preguntas incómodas sobre la ética, la moralidad y el precio de la supervivencia. La película se centra en la decisión final de Thierry, una elección que, aunque no se explica en detalle, se siente como una derrota inevitable. El guion, en última instancia, obliga al espectador a confrontar sus propios valores y cuestionar el sistema en el que vivimos. La película logra crear un ambiente claustrofóbico y opresivo, donde la esperanza parece extinguirse paulatinamente.

A pesar de su ritmo pausado, “La ley del mercado” es una experiencia cinematográfica poderosa y perturbadora. Es una película que se queda en la mente mucho después de que terminan los créditos. No es una película fácil de ver, pero es, sin duda, una película importante.

Nota: 7.5/10