“La Liga de los Hombres Extraordinarios” es una película que, paradójicamente, se siente a la vez familiar y radicalmente nueva. Dirigida por Alex Kurtzman y Chris Columbus, se adentra en un territorio narrativo audaz, combinando el arquetipo del grupo de héroes improbables con una ambientación histórica meticulosa y una amenaza global que resuena con una inquietante resonancia contemporánea. El resultado es una aventura de época entretenida pero, sobre todo, un ejercicio de construcción de personajes que, si bien no alcanza la perfección, ofrece un placer inesperado.
La dirección de Columbus se distingue por un pulido visual, un guiño constante al cine de aventuras clásicos, y una evidente fascinación por la estética victoriana. Los escenarios, recreaciones impresionantes de Londres, son tan evocadores que prácticamente se vuelven personajes. La banda sonora, liderada por John Williams, es una bomba de nostalgia, recordándonos melodías propias de películas como “Indiana Jones”, añadiendo un componente de heroísmo que potencia la experiencia. Sin embargo, la película no se queda en la mera imitación; se atreve a jugar con la escala y la intensidad, escalando el conflicto a un nivel que sorprende a medida que avanza la trama.
El reparto es, en general, excelente. Hugh Laurie, como el enigmático M, despliega una presencia amenazante y silenciosa, un villano sutil que no necesita gritar para transmitir su maldad. Ray Winstone aporta su habitual solidez a la figura de Quatermain, el responsable de reunir a esta peculiar colección de individuos. Sin embargo, es la interpretación de Sam Riley como el inmóvil Rodney Skinner, quien ha pasado años encerrado en un laboratorio, la que destaca. Su lentitud y su incapacidad para conectar con el mundo exterior son particularmente impactantes, dando como resultado una escena memorable y profundamente humana. El resto del elenco cumple con creces, ofreciendo un equilibrio entre el humor y la tensión.
El guion, sin embargo, es donde la película presenta algunas de sus mayores debilidades. Si bien la premisa es atractiva, la historia a menudo se siente apresurada y el ritmo se interrumpe con demasiados giros argumentales. Las motivaciones de algunos personajes, especialmente las de M, se revelan demasiado tarde, restando profundidad a sus acciones. El desarrollo del grupo de héroes, aunque positivo, podría haber sido más matizado. A pesar de esto, el guion se vale de clichés literarios, dotando a la trama de un aire de leyenda, que le otorga una aura de épica que le sienta bien. La película también, quizás excesivamente, explora la naturaleza del bien y el mal, jugando con la idea de que la línea entre ambos puede ser mucho más difusa de lo que cabría esperar.
A pesar de sus imperfecciones, “La Liga de los Hombres Extraordinarios” es una aventura cinematográfica que se ofrece como una celebración del relato clásico y un recordatorio de que los héroes, incluso los más retorcidos, pueden ofrecer esperanza en los momentos más oscuros. No es un hito, pero sí una película entretenida y visualmente atractiva que merece la pena ver, especialmente para los amantes del cine de aventuras y las historias basadas en el folclore.
Nota: 7/10